Dentro de su colección “Otra vuelta de tuerca” recupera la editorial Anagrama una de las obras más importantes de la escritora salmantina fallecida en 2000. Junto con Entre visillos, reeditada también recientemente por Siruela, son las novelas que mejor representan el realismo íntimo, psicológico y costumbrista que frecuentó Carmen Martín Gaite, autora que también supo trabajar con acierto los personajes femeninos.
Nubosidad variable, publicada en 1992, es una densa y ambiciosa novela sobre la historia de la amistad entre dos mujeres, Mariana y Sofía, quienes fueron en sus años adolescentes dos almas gemelas. Tras treinta años sin saber nada la una de la otra, vuelven a encontrarse. Ese fugaz instante será, para las dos, un momento crucial: sus vidas se tornarán hacia el pasado, intentando justificar así el presente, dominado por el desencanto. Desde ese punto, el libro se convierte en los “ejercicios de escritura” que realizan las dos amigas. Sofía recupera su pasión por escribir y narra el deterioro de sus ilusiones y de su fuerza de voluntad con un excelente sentido del humor. También repasa sus “capacidades más que discutibles como madre y esposa”, que le llevan al borde de la ruptura con su marido, un ejecutivo obsesionado por el dinero. Por su parte, Mariana, psiquiatra, narra en diversas cartas su proceso de desintegración psicológica tras una serie de fracasos amorosos. La solución para estas dos desencantadas existencias reside en el reencuentro, en la vuelta a la amistad.
La novela es entrañable, apasionada, con grandes dosis de emotividad y de calidad literaria. En todo momento, la autora maneja con habilidad numerosos registros y referencias que enriquecen la trama. Sobran, sin embargo, algunos personajes secundarios, excesivamente estereotipados. Y aunque Martín Gaite apunte algunos males de la sociedad de la década de los noventa, muy parecida a la actual, donde el dinero y la búsqueda del placer parecen ser las únicas metas, las pretensiones sociológicas de la novela parecen un tanto desorbitadas. En este sentido, resulta bastante subjetiva su visión del papel de la mujer en la España de Franco y la España de los noventa. Más interés tienen, por ejemplo, sus reflexiones indirectas sobre el arte de narrar, en las que la autora sintetiza las tesis de su ensayo El cuento de nunca acabar (1983).
Por encima de todo esto se impone, sin embargo, lo más importante: conocer las “tuberías del alma” de las dos protagonistas, que tratan de reconstruir la amistad perdida.