Arropado por una generosa campaña de marketing, vuelve Pérez-Reverte a uno de sus personajes más populares, el capitán Alatriste, protagonista de una serie que, con este, consta ya de ocho volúmenes de los que se han vendido más de siete millones de ejemplares. Misión en París, publicada catorce años después de la anterior entrega, insiste en los mismos temas y objetivos: reflejar la España del Siglo de Oro, siempre desde la peculiar óptica de un soldado de los tercios de Flandes (y de la del propio Pérez-Reverte).
En esta ocasión la trama se desarrolla en París y en La Rochela, una fortaleza amurallada al norte de Burdeos, donde un grupo importante de franceses se ha rebelado contra las políticas religiosas del cardenal Richelieu, quien lleva las riendas de la política nacional. El capitán Alatriste y un selecto y reducido grupo de soldados (como Sebastián Copons y Juan Tronera) han sido destinados allí para ponerse a las órdenes del conde de Guadalmedina y del escritor y político Francisco de Quevedo. Se les ha encomendado desempeñar una secreta, arriesgada y peligrosa misión planeada por el Conde Duque de Olivares, que tiene como objetivo dinamitar la política europea de alianzas e intereses que se daban en ese momento, con España como poseedora de un vasto imperio y Francia e Inglaterra siempre al acecho.
El narrador es el de siempre, Íñigo Balboa, que escribe sus memorias ya anciano y que en esta novela desempeña un importante cargo como correo real. Él también ha sido elegido para esta misión. Como en entregas anteriores, la ambientación está muy cuidada (resultan muy amenas las descripciones de los paseos de los protagonistas por París), lo mismo que las referencias costumbristas, militares y culturales y el uso verosímil del lenguaje tanto de soldados como de destacados políticos y gente de la cultura. La novela mide bien sus ingredientes: lo amoroso (Íñigo Balboa se reencuentra con la joven Angélica de Alquézar, de la que está perdidamente enamorado), las intrigas políticas y, en su parte final, las dosis de acelerada acción, cuando está en juego el éxito de la misión.
La novela es un homenaje a Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas, cuyos protagonistas aparecen también en Misión en París y tienen sus más y sus menos con Íñigo Balboa y el propio Alatriste. También aparecen en la novela personajes de anteriores entregas de la serie, referencias a otras acciones protagonizadas por Alatriste y sus amigos y, al ser unas memorias escritas mucho tiempo después, adelantos del destino de algunos de los protagonistas.
Pérez-Reverte es un hábil e ingenioso escritor de novelas de aventuras con un sabor popular. Alatriste es un personaje consolidado que, de alguna manera y sin exagerar, ya forma parte de la cultura de masas. Sus novelas son entretenidas y quieren mostrar las luces y sombras de un imperio, el español, que ya mostraba signos de fatiga y muchas grietas (que no se ocultan). Como dice uno de los protagonistas, “el mundo se ve distinto desde un salón que desde un campo de batalla”.
El personaje de Alatriste es una feliz creación que comparte los rasgos de muchos de los habituales protagonistas de las obras de Pérez-Reverte: de vuelta de los grandes ideales, es una persona desengañada, cínica, estoica, solitaria, que tiene sin embargo un alto concepto de la lealtad y del honor. En estas páginas vuelve a mostrar su desprecio por la política y los políticos, aunque sabe obedecer tanto en la certeza como en la incertidumbre y ocupar el lugar que le han asignado sus superiores. Sus frases cortantes y lacónicas denotan su consolidado escepticismo y su falta de entusiasmo por nada, salvo por su ahijado Íñigo, por el vino y por las mujeres. Su afición a la lectura le suele aportar un toque melancólico de resignada aceptación de lo que le ofrece su condición de soldado: unas migajas de salario y unas condiciones de vida que lo llevan de allá para acá a salto de mata, siempre “con la muerte en los ojos”.
Quizás resulte exagerado convertir a Alatriste en un “mito literario” y en “espejo y símbolo” de aquella España, de la que las novelas de Pérez-Reverte, por los personajes e ingredientes que emplea, suelen mostrar una imagen parcial, que encaja perfectamente con su querencia por el desengaño.