Miguel de Unamuno. Biografía

Taurus. Madrid (2009). 800 págs. 21 €.

El matrimonio de hispanistas franceses Rabaté ha elaborado la hasta ahora biografía más completa, detallista y libre de prejuicios de un personaje tan difícil de abordar como el mítico rector de Salamanca.

Unamuno es el mejor escritor español del siglo XX. Para estar de acuerdo con ese juicio basta leer su poesía, como El Cristo de Velázquez, sus novelas cortas (Niebla, Abel Sánchez, Amor y pedagogía, La tía Tula, San Manuel Bueno, mártir), los libros de viajes como Por tierras de España y Portugal, los ensayos (En torno al casticismo, Vida de Don Quijote y Sancho, El sentimiento trágico de la vida, La agonía del cristianismo), además de las memorias, las obras de teatro, como Fedra, y más de cinco mil artículos en la prensa de España, de varios países europeos y sobre todo de Hispanoamérica. Ya en vida de Unamuno algunos de sus libros fueron traducidos a unos veinte idiomas.

Unamuno vivió entre 1864 y 1936. Desde muy joven, hasta su muerte, con 72, fue un personaje público, cuyos discursos y conferencias atraían a miles de personas. A él le gustaba decir que era “un agitador de almas”.

¿Cómo se explica que alguien de tanto calado no haya sido reivindicado nunca por nadie? La primera explicación es que, por propia confesión, estaba “enfermo de yoísmo”, “tengo una fe ciega en mí mismo”. Este yoísmo le llevó a no pocas contradicciones y errores y a veces a insultar a los demás de un modo que no era propio de un intelectual de su clase.

Vasco hasta la médula, no podía ver al nacionalismo vasco. Ni al catalán. Porque tendía siempre a moverse en ámbitos más amplios: España, el mundo de habla castellana, el mundo mismo.

Profundamente religioso, católico devoto y practicante hasta los 22 años, se creó luego una religión propia, más próxima quizá a algunos autores protestantes, pero en cualquier caso anhelante siempre de Dios. Le disgustaron profundamente los ataques al catolicismo que se registraron desde 1931 a 1936.

Políticamente se consideraba a la vez socialista y liberal, aunque no de partido. Contrario a la monarquía, criticó duramente a Alfonso XIII y a su madre, la Reina Cristina. Pero cuando vino la república se desengañó enseguida de ella y le pesaba su cargo de diputado. La sublevación militar del 18 de julio de 1936 le cogió en su Salamanca de siempre y, en principio, pareció adherirse a ese movimiento. Pero en un célebre acto académico, en presencia de la mujer de Franco y del general Millán Astray, conociendo ya los casos de represalias y muertes contra republicanos y “rojos”, intentó mediar y se atrevió a decir “Podéis vencer, pero no convencer”.

Los más o menos setenta y cinco años que transcurren desde 1875 a 1950 pueden considerarse el siglo de plata de la cultura española. Comparado con otros intelectuales de su tiempo, Unamuno queda por encima, no sólo por la calidad de la escritura o por la inventiva o por la variedad de los géneros que trató, sino, además, por la profundidad de los temas tratados. Se podría decir que, como a San Agustín, a Unamuno sólo le interesaban “Dios y el alma”.

Hoy, la mayoría de la gente, más preocupada por el dinero, el consumo, el diseño y la estética corporal, no sabría qué hacer con un “agitador de almas”. Pero no vendría nada mal una especie de Unamuno, puesto al día.

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