Lausana

Mondadori. Barcelona (2010). 201 págs. 19,90 €.

GÉNERO

Antonio Soler (Málaga, 1956) es de los autores que a lo largo de su ya dilatada trayectoria literaria ha sabido construir un personal mundo narrativo, muy evidente de manera especial en el tratamiento estilístico de los argumentos que utiliza, frecuentemente desplazados a un segundo plano por la fuerza y calidad de su prosa. Esta actitud tiene sus riesgos, pues se corre el peligro de que cada una de sus novelas se parezcan demasiado por esa omnipresente atmósfera estilística.

Lausana es una novela en la que Soler adelgaza al máximo la sustancia narrativa, muy débil. Margarita, hija de unos exiliados españoles residentes en Francia, casada también con el hijo de unos exiliados malagueños, revive en un viaje en tren de Ginebra a Lausana lo que ha sido su vida. Siguiendo el recorrido de las estaciones, Margarita enlaza un recuerdo con otro y de manera fragmentada se enfrenta a los principales sucesos de su vida, reconociendo que, como no podía ser de otra manera en las novelas de Soler, el saldo de su existencia es pesimista.

En este duro examen de conciencia, Margarita repasa la relación con sus padres, su noviazgo y boda con Jesús, el nacimiento de su único hijo y, de manera obsesiva, la infidelidad de Jesús con una violinista, Susanne, que marcó la historia de su vida y de su matrimonio.

Soler carga la mano en las sensaciones, en los sentimientos de Margarita, en su rico mundo interior. Los sucesos se van conociendo con cuentagotas, y desde el primer momento vemos que eso no es lo importante para el autor. Como decíamos más arriba, su objetivo es el tratamiento estilístico de esta mínima anécdota. Sin embargo, como esos sucesos -que desconocemos en su totalidad- tienen tan poco peso en la novela, el lector no acaba de dar entidad a la agónica radiografía que Margarita hace de su desganada y abúlica existencia. Hay que reconocer que Soler intenta sorprender con el estilo y con esa atmósfera tan suya en la que los hechos del pasado ahogan el presente, pero en esta ocasión la novela parece más bien un forzado ejercicio estilístico, excesivamente literaturizado, inverosímil y carente de vida.

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