“Aquí nunca pasa nada”, dice el comisario de Siglufjördur a Ari Thór Arason cuando le recibe en su nuevo destino, una localidad costera del norte de Islandia, cerca del Círculo Polar Ártico. Thór ha aparcado por ahora sus estudios de Teología y, tras matricularse en la Academia de Policía, se ha graduado con brillantez. Vivía apaciblemente en Reykjavik con su novia cuando tuvo que trasladarse a Siglufjördur para hacer las prácticas. Deseaba encontrar en esa lejana localidad alguna experiencia excitante, ingrediente que echaba de menos en su monótona vida, en la que “nunca había conseguido echar raíces férreas” y “siempre buscaba algo original”.
Y en efecto, lo que parecía un destino apacible y aburrido ...
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