La revolución del arte moderno

Acantilado. Barcelona (2008). 229 págs. 18 €. Traducción: José Aníbal Campos.

TÍTULO ORIGINALDie Revolution der modernen Kunst

GÉNERO,

Hans Sedlmayr (1896-1984), arquitecto austriaco, fue profesor de historia del arte en las universidades de Viena, Munich y Salzburgo. Su obra -ya clásica y ahora reeditada- La revolución del arte moderno examina los complejos fenómenos que dieron origen y definen al arte contemporáneo. Estructura su interesante estudio en función de cuatro caminos que, a su juicio, determinaron de modo esencial la creación a comienzos del siglo XX: el constructivismo, el arte abstracto, el surrealismo, el expresionismo.

El afán de pureza, uno de los fenómenos primarios, se manifiesta en arquitectura en la eliminación de lo pictórico y de ornamentos, y en la pintura abstracta en la liberación de cualquier elemento de las demás artes a través del esteticismo. El segundo fenómeno aborda cómo la reducción de la realidad a formas geométricas puras cautiva la arquitectura, pintura y escultura cubistas; asimismo, la fascinación por la geometría genera la construcción técnica en el ámbito del juego estético entre los elementos constructivos y pictóricos.

Aunque impuro en sentido formal, al no renunciar a los elementos plásticos del cuadro, para Sedlmayr el surrealismo pretende revelar en color un universo “dispar-atado”, manifestando el lado irracional del ser humano. El cuarto fenómeno, el expresionismo, aspira a la pureza deseando desvelar lo único y original, a menudo en lo primitivo. Seldmayr denuncia cómo algunas corrientes, en su pretensión por crear como un niño, sólo son formas arcaicas que ignoran el “verdadero arte”.

A partir de las determinaciones o fenómenos primarios, Hans Sedlmayr muestra cuál es la meta y el ideal del arte moderno: el arte mismo. Su perspicaz análisis desvela cómo el esteticismo es ese culto al arte que sitúa al artista en un punto de vista de “genialidad divina”. La veneración por la geometría, el sometimiento a la técnica, y lo absurdo como trasfondo del desasosiego interior, distinguen los propósitos del arte llamado “moderno”.

El arte moderno auténtico existe, concluye Sedlmayr; es aquél que confronta un tipo de arte y el mundo moderno, el que incorpora lo nuevo, sin someterse a la modernidad y subsiste con y a pesar de corrientes, ismos y escuelas. Descubrirlo y distinguirlo en el juego de la especulación artística es posible, no un lujo.

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