La marca del meridiano

Planeta.
Barcelona (2012).
400 págs. 21 €.

GÉNERO

La primera entrega de la serie de novelas policiacas protagonizadas por una pareja de la Guardia Civil, el sargento Bevilacqua y la cabo Chamorro, El lejano país de los estanques, apareció en 1998. Que la idea había sido un acierto se comprobó cuando El alquimista impaciente, la segunda novela, obtuvo en 2000 el Premio Nadal. Luego se han publicado La niebla y la doncella, La reina sin espejo y La estrategia del agua. La marca del meridiano ha obtenido el Premio Planeta. Lorenzo Silva (1966) es una firma habitual en Destino, editorial del grupo Planeta.

La marca del meridiano vuelve a utilizar a los personajes habituales de la serie, más al joven Arnau, presente ya en la entrega anterior. Los rasgos habituales del perspicaz Bevilacqua –el sargento Vila, el protagonista– aparecen en esta entrega de una manera más acusada, pues su carácter está teñido de un atrayente y desencantado cansancio vital que coincide con la pesimista situación que vive una España sumergida de lleno en la crisis. Bevilacqua es intuitivo, prudente, con dotes de mando, capaz de hacer equipo y con una finísima ironía. Poco sabemos de su vida privada: es uruguayo, licenciado en psicología, divorciado y padre de un hijo. Precisamente en esta novela se descubre el porqué de su divorcio y se aportan algunos datos biográficos hasta ahora desconocidos, haciéndolo así más cercano a los lectores.

Bevilacqua siempre va acompañado de la cabo Virginia Chamorro, madrileña, poseedora de un carácter seco donde los haya, aunque también en esta entrega se resquebrajan un poco sus sentimientos, tímida pero echada para adelante cuando hace falta, muy trabajadora, eficiente y en total sintonía con Vila, aunque sin concesiones sentimentales. El jovencísimo Arnau cierra el trío de protagonistas que, de alguna manera, presentan las vivencias de tres generaciones de guardias civiles.

En esta novela aparecen también los mossos d’Esquadra, presentados como una policía joven, pero eficiente. Y todos ellos participan en una compleja investigación para descubrir al asesino de un guardia civil retirado. La acción se desarrolla en varias comunidades autónomas, aunque buena parte transcurre en Madrid y Barcelona. La investigación es sinuosa, avanza lentamente y se complica con ramificaciones dentro de la misma Guardia Civil, de manera que hay varias investigaciones paralelas: primero, la de los delitos contra las personas; a continuación, la de asuntos internos; por último, el frente que investigan los mossos y que les lleva al mundo de la delincuencia organizada, la prostitución, la explotación sexual de menores y el tráfico de drogas. Lorenzo Silva mantiene la intriga y el interés, y la novela se cierra con acierto atando casi todos los cabos.

Los diálogos son rápidos, certeros, auténticos; las descripciones, aunque a veces parezca que se alejan del objetivo principal, contribuyen a conocer un poco más el carácter de Vila, que es el protagonista absoluto de la novela. La trama está inmersa en la realidad española actual: redes sociales, crisis económica y moral de la sociedad, los problemas de las autonomías, mafias, música, etc. Como es habitual en Vila, no escasean los comentarios críticos, aunque medidos, y un discurso nada moralizante y lleno de sentido común.

Más que en otras novelas, tienen peso algunas realidades deprimentes de la sociedad española que son habituales en la novela negra, “el género –como dijo el autor en una entrevista después de obtener el premio– más adecuado para reflejar los problemas morales y éticos que sufren las sociedades, especialmente en época de crisis”.

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