Desde su consulta en un barrio acomodado cercano a Londres, el mediocre psicoanalista Blaise Glavender recibe a una serie de pacientes, con distintos grados de neurosis, mientras su esposa Harriet se desvive por convertir el hogar común en un pequeño paraíso burgués, del que el hijo adolescente, a su vez, trata de alejarse, al menos emocionalmente. Una vez a la semana, Blaise se desplaza hasta la capital para atender a un enfermo misterioso, al que lleva visitando casi una década, y que apenas sale de casa.
Su vecino, Monty Small, escritor de éxito que ha perdido a su esposa, trata de superar el duelo con visitas frecuentes a los Glavender, quienes le abren las puertas de su casa para ofrecerle consuelo. Esta es la superficie. En la realidad, el enfermo al que visita Glavender es una amante, Monty no cree ni en su talento ni en el amor que sintió por su esposa, y la pacífica Harriet está a unos días de presenciar cómo su delicado hogar se convierte en un manicomio.
El curioso título de esta novela de Iris Murdoch (1919-1999) ya anticipa cuál es su materia prima: lo que el amor hace a las personas, lo que las personas le hacen al amor, lo que el amor salva y, tristemente, lo que queda arrasado en su nombre. El análisis del asunto fundamental de la existencia que hace esta autora es, sin duda, de los más inteligentes, profundos y despiadados que pueden encontrarse en la narrativa moderna, y no resulta fácil encontrarle ni precedentes ni seguidores.
Por descontado, son innumerables los libros que plantean tramas parecidas a las de Murdoch, pero su hondura, la sutileza de su prosa y el profundo conocimiento del alma y la psicología humana rara vez aparecen juntos.
Las obras de Murdoch, que estudió filosofía, están impregnadas de una carga moral enorme, que además surge de las obligaciones que han contraído los personajes, con ellos mismos o con otros. Los diálogos y la fluidez en las descripciones y en la acción van empujando al lector a toda prisa hasta esas “consecuencias”, en las que intervienen por igual las elecciones de los personajes, la naturaleza del hombre y las leyes inflexibles del amor. Aunque, en el caso de La máquina del amor sagrado y profano, la influencia del psicoanálisis es palmaria, nada responde a arquetipos, ni a ideas preconcebidas.