A través de diversos ensayos en torno a la situación de la imagen pintada en Europa occidental entre 1522 y 1675, Victor I. Stoichita, catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Friburgo (Suiza), estudia el estatus del cuadro como objeto figurativo moderno. Stoichita guía al lector por una etapa de experimentación continua, en la que la pintura moderna toma conciencia de sí misma.
Stoichita analiza los procesos de desdoblamiento de la imagen. Descubre cómo Pieter Aersten (1552) consigue plasmar en su obra lo que está fuera de campo, como parte del espacio del espectador. En Velázquez la presencia de la ventana, el marco y los huecos generan un contraste entre escena de género y naturaleza muerta.
Stoichita explica con numerosos ejemplos cómo evoluciona la naturaleza muerta en el siglo XVII como reverso de la imagen y de la pintura, hasta convertirse en género independiente. En este proceso, Sánchez Cotán y Van Eyck, así como Nicolas Maes, experimentan el recurso de la ventana como matriz del paisaje y de la puerta como origen de la pintura de interior. El autor analiza también el método de encajar una pintura dentro de otra y el género del gabinete de coleccionista.
Los enfrentamientos entre la Reforma (la pared blanca) y la Contrarreforma (el espejo) generaron controversias artísticas. Por otro lado, el género del gabinete de coleccionista implica la reflexión en torno a la propia condición de la imagen. El autor estudia cómo “el ojo curioso”, basado en el ars combinandi et inveniendi, conduce a un proceso de saturación por el que se acaba abandonando los gabinetes de coleccionistas e imponiendo nuevas reglas, las del “ojo metódico”, fundado en el ars vivendi.
Finalmente, con el estudio de los bodegones de Gijsbrechts (1678) culmina este brillante análisis del problema de la relación entre arte y cuadro.