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La iniciación de un hombre: 1917

Errata Naturae (Madrid) 2014.

168 págs.

12,50 €.

Traducción: Elena Sánchez Zwickel.

TÍTULO ORIGINALOne Man’s Initiation: 1917

GÉNERO

El escritor norteamericano John Dos Passos (1896-1970), de raíces portuguesas, viajó a Europa en repetidas ocasiones, al igual que otros compatriotas y compañeros de profesión que han ejercido una densa influencia en la literatura moderna, como es el caso de Hemingway. Los caracteres generales de aquella escuela o generación, por denominarla de algún modo, y en la que podrían entrar Faulkner o Steinbeck, entre otros, aparece ya bosquejada en La iniciación de un hombre. A grandes rasgos, cabría definir esa literatura como behaviourista; es decir, un estilo pretendidamente objetivo, periodístico o fotográfico, que retrata sólo las acciones externas, y que prescinde tanto de la interioridad de los personajes, como de los juicios morales.

Esta técnica, alejada del clásico narrador omnisciente del siglo XIX, genera en muchas ocasiones un tono descarnado y frío. Asimismo, la curiosidad por entornos alternativos –ya sea Europa, otras etnias o ambientes marginales– y su renuncia a toda nota barroquista suponen un acicate indeleble en estos autores. En su momento, los escritores europeos imitarán esta técnica –El Jarama, La colmena, por ejemplo.

El joven Dos Passos, voluntario en la I Guerra Mundial, presenta casi todas estas características de estilo y enfoque en su opera prima, muy afectada tanto por la propia experiencia bélica, como por la lectura de James Joyce. Los protagonistas son dos amigos, Tom y Martin, voluntarios americanos que llegan a las trincheras francesas y –al igual que el propio Dos Passos– también a alguna italiana. A ritmo de pasajes inconexos, la historia comienza con la ilusión de los jóvenes excitados que anhelan desembarcar en Francia y luchar. En poco tiempo, todo sentimiento épico se desvanece ante la rutina y la indiferencia, tras meses de lluvia —tanto de agua como de obuses alemanes–. Los soldados, sucios y fatigados, beben, se refugian, charlan sobre la propaganda, sobre Dios, los pueblos, el gas tóxico; y atienden a los heridos.

Tom y Martin comparten permisos en París y en sus tabernas con chicas fáciles. Pero también se dejan contagiar de la paz de una antigua abadía y su arte gótico, su belleza estilizada. Dos Passos contrasta la presencia de la metálica industria militar con los amaneceres púrpuras, las ranas de un estanque, los graznidos de los patos, el olor de un boj o la sombra de un tejo. De una manera constante, y con dulce elegancia, el joven Dos Passos contrapone la deshumanización de la guerra –en la que apenas se ve al enemigo– con los colores y sabores de la naturaleza y con los anhelos religiosos que consuelen, ante la destructiva barbarie en que ha degenerado la civilización. Ese marco resulta cada vez más claro para permitir que todos los personajes se expresen: desde el capellán o el doctor agnóstico, hasta los jóvenes de ideales anarquistas, socialistas, cristianos, o los simples conformistas. Que son, a fin de cuentas, la “carne de cañón” de que se compone una guerra de posiciones y grandes ejércitos, como fue la I Guerra Mundial.

Esta edición de Errata Naturae adolece de algunos problemas que no entorpecen la lectura, ni emborronan la obra. Se trata, sobre todo de la desaparición de las notas al pie, que al comienzo del libro resultan de gran ayuda, y que luego se echan en falta. Aparte, la traducción yerra en el uso de algunos gerundios, así como en la elección de ciertos galicismos (“mansarda”), en medio de una historia que, ya de por sí, incluye bastantes. Dos Passos apunta sutilmente en La iniciación de un hombre su querencia por España, muestra de la cual fue su afición por Pío Baroja y su amistad con José Robles.

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