Stella Gibbons (1902-1989) fue una periodista y escritora inglesa. Cold Comfort Farm, considerada su obra maestra, es de 1932, pero un copyright de 1952 y alusiones en la novela a inventos como la televisión hacen pensar que la autora la retocó más tarde.
En cualquier caso, la considero una de las novelas más divertidas, entretenidas, amenas y legibles que se pueden catar en el panorama del siglo XX. Es una atinada mezcla de todo: crítica al pesimismo de Hardy, homenaje a Jane Austen y las hermanas Brontë, sátira de Walpole, remake de La Cenicienta… Todo envuelto en una prosa diáfana. La autora, en un inteligente rasgo de autocrítica, advierte en el prólogo que también sabe escribir “literariamente” y que va a señalar esos párrafos con un asterisco…
La heroína, Flora Poste, huérfana de padre y madre, joven, inteligente y bella, es acogida en casa de unos parientes bruscos, opacos y sórdidos, los Starkadder, en una granja de Sussex. Allí reina la abuela, medio loca, recluida en una habitación, pero a la vez con un apetito de lobo. Allí está, entre otros muchos, el oscuro Urk, la joven Elfine, el hermoso Seth, el diligente Reuben, todos primos de Flora. Ella se propondrá reformar la vida de sus parientes y convertir Cold Comfort Farm en un sitio delicioso. Qué consigue y qué no es la trama de la novela, uno de esos relatos en los que el lector se demora porque no desea que se acabe. Cuanto más que hay unos secretos anunciados desde el principio -la vieja abuela no se cansa de repetir que vio “algo sucio en la leñera”- de los que nunca nos enteraremos.
No suele ser fácil que un autor o autora aúne la calidad literaria, el interés de la trama, la amenidad del estilo y el divertido entretenimiento.
Stella Gibbons, que no consiguió mucho con otros escritos, acertó plenamente en Cold Comfort Farm.