La forja de un ladrón

Francisco Umbral

GÉNERO

Planeta. Barcelona (1997). 243 págs. 2.400 ptas.

Regresa Umbral en La forja de un ladrón -Premio de Novela Fernando Lara 1997- a sus coordenadas favoritas: la frontera entre la adolescencia y la vida adulta, y la España de la posguerra. Basándose en su experiencia biográfica, Umbral lleva años escribiendo acerca de una España deforme, tópica, esperpéntica, pero estéticamente muy efectista. Sus últimos libros insisten en estos ingredientes, con los que el autor parece encontrarse cómodo. Ahí están Capital del dolor (ver servicio 103/96), y Los cuadernos de Luis Vives (ver servicio 150/96).

«He querido escribir una historia sobre la vocación al mal», puntualizó Umbral el día de la entrega del premio. La novela narra las primeras experiencias de un adolescente de rasgos umbralianos en una ciudad de provincias innombrada, pero que es claramente Valladolid, en los años de la II Guerra Mundial. Dos Españas se enfrentan, la del dolor y el hambre, que sufrió la derrota de la guerra civil, y la España del poder, de los falangistas y de la retórica de los ganadores. En ese contexto social y político, el narrador, un joven cuyo padre ha sido fusilado durante la guerra y con la madre enferma, realiza sus primeras incursiones en el mundo de la marginalidad. Su cínica actitud ante la vida está emparentada con los pícaros más legendarios.

Este descreimiento lleva al adolescente a desconfiar de todo cuanto le rodea y a mantener un rechazo explícito a cualquier síntoma de integración social: el recurso al robo es -escribe Umbral- «la única respuesta a la cabronada del mundo». El protagonista, de vuelta de todo, sólo busca medrar económicamente, especialmente a costa de personajes vinculados al bando franquista. En la descripción del proceso de aprendizaje vital no se escatiman páginas que describen su iniciación sexual, ni ataques a una visión religiosa de la vida.

En esta novela hay, sin embargo, un novedoso recurso narrativo: el cine, muy bien aprovechado literariamente. La primera parte de la novela está llena de referencias a las películas que el joven ve con su madre. Umbral recuerda impresiones de Casablanca, Capitanes intrépidos, El pequeño lord, El forastero, Gilda, y otras películas norteamericanas que tuvieron una gran aceptación en las pantallas españolas de los años 40. La influencia del cine se aprecia, además, en la concepción de los personajes y en el modo de narrar. Junto con el cine sorprende también la presencia de la madre, un contrapunto de ternura.

Aunque Umbral ha pretendido que esta novela tuviera más carga narrativa, al final todo queda supeditado al impecable tratamiento estilístico, el verdadero protagonista de un libro forzado en su trama argumental y en su visión deformante de una España excesivamente literaturizada en la mente del autor.

Adolfo Torrecilla

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