La fiesta del oso

Mondadori. Barcelona (2009). 160 págs. 16,90 €.

GÉNERO

La última novela de Jordi Soler reconstruye las andanzas del tío abuelo del autor, Oriol, un soldado que desapareció cuando trataba de cruzar los Pirineos en su camino hacia Francia, en los estertores de la Guerra Civil española, y a quien la familia Soler, pasado el tiempo, dio por muerto.

Tras una conferencia en un antiguo campo de concentración francés para exiliados republicanos, una anciana entrega a Jordi una foto en la que aparece Oriol, junto con una carta firmada por un tal Noviembre Mestre, que desmiente la hipótesis de su muerte. Según Noviembre -un cabrero gigantesco que sobrevive en esa tierra de frontera-, Oriol no falleció en los Pirineos, ya que él mismo lo salvó de la tormenta y le dio cobijo en su cabaña durante una larga temporada.

A partir de ahí, Soler tira del hilo y rastrea las huellas que dejó su antepasado. ¿Qué clase de hombre fue Oriol? ¿Cómo vivió la posguerra en esa zona de nadie? Frente a la vida imaginaria que su familia le había trazado (si hubiera sobrevivido a su odisea por los Pirineos, habría sido un famoso pianista), Soler descubre una realidad cruda e indeseable.

Al igual que en Los rojos de ultramar, Soler fija su mirada en la Guerra Civil y en sus consecuencias, siempre dolorosas y terribles; y lo hace con un enfoque original y manejando bien todas las herramientas narrativas. Soler mezcla realidad y ficción, sin descubrir nunca sus cartas, lo que genera en el lector curiosidad e inquietud. De hecho, y a pesar del envoltorio testimonial de La fiesta del oso (característica de la producción del autor), la recreación literaria siempre va un paso por delante del mero reportaje periodístico o de la fría pesquisa detectivesca, por lo que no llegamos a saber qué detalles y circunstancias han sido inventados por Soler.

El autor de La última hora del último día sorprende con una novela valiente y lírica, que se lee sin respiro. En sus páginas se suceden los paisajes y los personajes míticos (en particular, el gigante de los Pirineos), hasta que la leyenda, sensible durante todo el relato, se acaba materializando en una perversa danza con la realidad del presente. No en vano, el título de la obra, La fiesta del oso, alude a una tradición (real) que se desarrolla en Prats de Molló, una localidad francesa de los Pirineos Orientales que cada 18 de febrero rememora el mítico secuestro de una niña por un oso.

Es quizá el inmoderado azar que va hilando una situación tras otra hasta ese final lo que, en algún momento, puede restar verosimilitud a la narración.

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