La Ciudad Invisible

TÍTULO ORIGINALLa Ciutat Invisible

GÉNERO

Seix Barral. Barcelona (2005). 285 págs. 17,50 €. Traducción: Rosa María Prats.

En 1769 el arquitecto Andrea Roselli se encamina hacia el delta del Ebro para cumplir un encargo de Carlos III, la construcción de una gran ciudad, San Carlos, un sueño destinado a jugar un importante papel económico, político y artístico. El propio Roselli narra todo el proyecto desde que empieza a trabajar en Nápoles para la corona española, luego el viaje hasta Madrid llevando consigo al pintor Tiepolo, y más tarde su estancia en San Petesburgo para inspirarse.

El escritor Emili Rosales es buen paisajista y retratista. En pocos trazos transmite lo esencial de lugares y personajes, los atardeceres desde la escalinata de Caserta (el palacio napolitano), el alarde urbanístico de San Petersburgo, los Reales Sitios madrileños, Catalina la Grande, Esquilache y Floridablanca, el pintor aretino o el propio Carlos III. El ambicioso proyecto se medirá con intrigas políticas, luchas de poder y una venganza por asuntos del corazón. Lo que se narra es interesante y se apoya en solventes conocimientos históricos, artísticos y urbanísticos.

Rosales no se ha jugado todo, sin embargo, a la carta de la novela histórica (aún siendo la mejor parte del libro) y cruza esa historia con la de un galerista barcelonés que encuentra, ya en nuestro presente, el manuscrito de Roselli. Ese documento puede revelar qué hay de verdad en la leyenda de la Ciudad Invisible y qué fue de un supuesto cuadro de Tiépolo.

La novela tiene ingredientes propios de la intriga histórica (secretos, revelaciones), pero no el ritmo de «thriller» por el que han optado otros autores de «bestsellers» cultos. La velocidad es más de libro de viajes, de lo que también tiene bastante. Hasta que se averigua esto desconcierta el ritmo tranquilo, el tono descriptivo poético de algunos pasajes. Cuando la novela avanza, este aparente problema de tono (o, más bien, de moldes) se encaja con el propósito estético de la historia, más didáctico psicológico que de aventuras.

Es la cuarta novela de Rosales (1968), y ha merecido el Premio Sant Jordi 2004. Hay pequeños defectos ostensibles (como diálogos algo acartonados o trasvases poco afortunados de la traducción desde el catalán) y otros opinables (falta de tensión o de pasión); pero en conjunto resulta, si no inolvidable, al menos entretenida.

Javier Cercas Rueda

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