Las películas sobre clanes mafiosos que hacen valer su ley a sangre y fuego han rociado la imaginación de algunos jóvenes –o niños, para mayor propiedad– de Nápoles. Juegan a ser gánsteres como los de toda la vida, de los de besar la mano a los capos veteranos, ajustar cuentas a los que se salen del tiesto y hacer de la extorsión y el narcotráfico un “honorable” medio de vida. Aunque juegan no es la palabra más exacta. Es ficción,
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