Jamás el fuego nunca

Periférica.

Cáceres (2012).

212 págs.

17,50 €.

GÉNERO

Diamela Eltit es lo que se llamaría comúnmente una narradora de culto. Alguna crítica académica le ha consagrado su interés. En su país, Chile, sus defensores la oponen a Isabel Allende, novelista comercial porque cuenta historias fácilmente digeribles. Sin embargo, quizá podría haber un punto medio entre el vanguardismo desaforado de una y el melodrama de la otra.

En Jamás el fuego nunca (título tomado de un verso de César Vallejo), un hombre y una mujer viven encerrados en medio de sus enfermedades y sus recuerdos de vieja militancia izquierdista contra Pinochet. Los reproches y el desencanto marcan el paso de una novela que carece de hilo argumental. El monólogo de ella domina la acción. El interés por el relato solo aparece fugazmente en algunas secuencias vinculadas a su pasado como cuidadora de ancianos. Hay otros episodios –un hijo perdido, los desencuentros con las células revolucionarias–, pero lo que no se encuentra por ningún lado es tensión narrativa.

La atormentada gramática de Eltit hace la lectura fatigosa sin los alicientes de un estilo auténticamente barroco. A veces las ideas caminan a trompicones; en otras, da la impresión de que el estilo, más que oscuro, es directamente incorrecto: las frases se extravían en vericuetos donde ya no se sabe cómo encontrar el verbo o el sujeto principal. Curiosamente, los episodios de mayor fuerza son aquellos en los que la autora, en lugar de renunciar a contar una historia, lleva a su protagonista fuera de ese espacio clausurado que es la casa donde vive con su hombre. Entonces la mujer parece adquirir vida propia y la novela se anima un poco. Pero esto dura apenas un par de capítulos. A lo largo de doscientas interminables páginas, Jamás el fuego nunca se demora en un repetitivo ir y venir de temas morbosamente detenidos en la obsesión por el cuerpo y sus dolencias. Es probable que la autora quisiera comunicar el aburrimiento de sus protagonistas con tanta intensidad que el lector lo viviera como un personaje más. Si es así, lo ha conseguido plenamente.

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