Ignacio de Loyola

Taurus.

Madrid (2013).

568 págs.

19 €.

GÉNERO,


Una versión de esta reseña se publicó en el servicio impreso 11/14

Con la Colección “Españoles Eminentes”, la Fundación Juan March y la Editorial Taurus se han propuesto publicar biografías modernas de personajes que han sido decisivos en la historia de España. La idea es que abarquen cronológicamente toda su vida, tengan en cuenta la historiografía previa, adoptando una crítica interna de lo publicado, y consulten gran número de documentos de la época, además de una amplia y selecta bibliografía. Enrique García Hernán, investigador científico del CSIC, ha dedicado cinco años a elaborar un relato sobre Íñigo de Loyola, pero “no del santo que llegaría a ser, sino del hombre que fue”.

Físicamente tuvo dolencias toda su vida; fue paje de Juana la Loca, militar al servicio de Castilla; fue perseguido por la Inquisición por supuesta herejía y, sin especiales dotes para el estudio, frecuentó las Universidades de Alcalá y París. En la ciudad del Sena supo escoger con discernimiento a sus compañeros de fundación y muchos de los que le siguieron alumbraron el ámbito teológico y educativo. Fue un hombre prudente, que se tomó tiempo para redactar la versión definitiva de sus Ejercicios Espirituales y las Constituciones de la Compañía, haciendo filigranas diplomáticas con diversos papas hasta su aprobación.

Aunque el autor enfoca su estudio hacia la vertiente humana de san Ignacio, en el epílogo desentraña la razón de su santidad, al ir abriendo cada vez más espacio en su vida a Dios. A su muerte, Ribadeneira, uno de sus biógrafos, escribió: “La Compañía de Jesús no está fundada principalmente sobre Ignacio, mas sobre Jesucristo”.

En una entrevista concedida por García Hernán a un diario nacional declaró: “Tenía una cualidad muy importante, que no la tiene todo el mundo, y que me parece clave en él. Comprendía a las mujeres. De hecho se gana a la hija de Carlos V, Margarita de Austria, de la cual es el confesor. Luego Margarita se convierte en uno de los mejores instrumentos para fundar y consolidar la Compañía de Jesús”. Otras muchas mujeres de todo rango ayudaron a Ignacio a lo largo de su vida, recibieron sus enseñanzas directamente y las vivieron sin pertenecer formalmente, por imposibilidad jurídica, a la Congregación.

En el prólogo de los editores se afirma que el libro va dirigido a un público culto no académico; sin embargo, presupone un especial conocimiento de la Edad Moderna y, sobre todo en los dos primeros capítulos, resulta farragoso por la cantidad de personas citadas y relacionadas entre sí que aparecen.

El volumen es, no obstante, una buena oportunidad para conocer la personalidad y la época que le tocó vivir a Íñigo de Loyola, especialmente ahora que un hijo espiritual de san Ignacio ocupa la sede de Pedro por primera vez en la historia de la Iglesia.

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