José Luis Comellas, catedrático de Historia y estudioso de la astronomía, presenta en esta obra un análisis histórico de los cambios que se han producido en el clima, así como su impacto sobre las actividades humanas, para concluir con la presente controversia en torno al calentamiento del planeta.
Inicia el texto con un marco conceptual, explicando con detalle tanto los términos de tiempo y clima, como los medios que se utilizan para determinar las variaciones climáticas: registros de hielo, anillos de crecimiento de los árboles, corales, sedimentos. A continuación presenta los principales factores que explican los cambios de clima, y la compleja interacción que existe entre ellos. El más importante, en el registro geológico, es la variación de la radiación solar incidente en la Tierra, como consecuencia de sus variaciones orbitales que se producen en ciclos de 100.000, 41.000 y 23.000 años (denominados ciclos de Milankovitch).
Es un texto valioso para reconstruir las tendencias pasadas del clima del planeta, y analizar las relaciones entre esas variaciones y la historia humana
Las oscilaciones térmicas y el desplazamiento consiguiente de las grandes masas de aire y centros de acción (anticiclones y depresiones), explican una gran variedad de situaciones climáticas. Además, conviene considerar las variaciones de radiación debidas a la actividad solar, el movimiento de las placas continentales y las alteraciones de las corrientes oceánicas. A ellos, se unen otros factores de gran importancia coyuntural, como las grandes erupciones volcánicas o el impacto de meteoritos, que casi siempre han supuesto cambios ambientales drásticos y, en algunos casos, episodios de extinción masiva.
Clima y economía
A continuación, se adentra el autor en una revisión de los cambios climáticos más significativos, tanto los geológicos (ocurridos en secuencias de millones de años), como los históricos, que pueden analizarse a través de fuentes escritas y tienen una secuencia temporal mucho más pequeña. Analiza Comellas con más detalle estos últimos, enfatizando su relación con fenómenos históricos bien conocidos, como la decadencia y eventual caída del imperio romano, las migraciones de los vikingos, relacionadas con el óptimo climático medieval, la aparición de la peste negra, el inicio del desarrollo industrial, etc.
Sin caer en el determinismo climático, el autor subraya la relación entre las condiciones climáticas y la prosperidad económica de la población, principalmente en los periodos donde la economía agraria era dominante. Aunque el autor comenta con más detalle el periodo denominado «óptimo climático medieval», entre los siglos X y XIV, y una «pequeña edad del hielo», entre los siglos XV y XIX, en estos capítulos históricos Comellas se entretiene a veces en comentarios de periodos relativamente cortos de tiempo, sobre los que existen fuentes escritas locales, aunque no parecen muy significativos. La revisión está muy bien documentada, no obstante.
En la controversia sobre el calentamiento del planeta, concede la misma importancia a partidarios y detractores del origen antrópico, cuando estos son hoy muy minoritarios
Calentamiento del planeta
Finalmente, comenta el calentamiento del s. XX y revisa la polémica sobre el origen antrópico de ese calentamiento. En este capítulo, que sin duda es el más controvertido, revisa a veces periodos de tiempo excesivamente breves, comentando incluso años aislados, lo que puede implicar cierta confusión para el lector, ya que –como el propio autor indica al inicio del libro– los años puntuales no manifiestan tendencias climáticas, ya que éstas únicamente pueden definirse por condiciones promedio de, al menos, 30 años.
Comellas revisa los diferentes efectos potenciales del calentamiento global, que pueden suponer paradójicamente un enfriamiento en algunas regiones, como Europa septentrional, si llegara a alterarse la corriente termohalina (la rama que denominamos corriente del Golfo).
En este capítulo comenta las distintas posturas científicas sobre el origen de ese calentamiento climático, señalando tanto la que achaca el fenómeno a los gases de efecto invernadero (responsabilidad humana), como la que pone mayor énfasis en otros factores naturales, principalmente las variaciones de radiación solar y extrasolar. El autor analiza las distintas posturas, sin tomar un partido muy claro; reconoce la importancia del problema y la necesidad de buscar soluciones.
Partidarios y detractores
A mi modo de ver, en este punto el autor no realiza una síntesis atinada, ya que revisa la posición de partidarios y detractores como dos posturas de similar peso, cuando realmente los científicos críticos con la teoría antrópica del calentamiento son hoy muy minoritarios. Sorprende, por tanto, que se detenga principalmente en éstos, mencionando a algunos como el economista danés Lomborg, aunque reconoce que también este académico ha cambiado su postura recientemente.
No cita quiénes avalan la importancia de los gases de efecto invernadero, ni incluye en la bibliografía las obras más destacadas de esta posición, hoy dominante en la comunidad científica especializada. Por ejemplo, ni siquiera aparecen en la bibliografía los informes del IPCC o del National Research Council de EE.UU., o el extenso trabajo sobre cambio climático en España que promovió el Ministerio de Medioambiente en 2005.
En este último capítulo aparecen algunas imprecisiones o erratas que resultan llamativas en un texto generalmente tan riguroso. Por ejemplo, indica que el IPCC es «la filial ecológica de Naciones Unidas» o que la mayoría de los miembros no son expertos, cuando se trata de un organismo dependiente de la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de Naciones Unidas para el Medio-ambiente, y sus miembros son elegidos por los gobiernos entre expertos nacionales con carácter voluntario. Basta revisar quiénes son los científicos que contribuyeron al último informe de síntesis (publicado en 2007), para que la calificación de que este panel incluye «algunos científicos de categoría» resulte un tanto escueta.
También dice que no se ha publicado el de 2010, cuando estos informes son sexenales (y por tanto, no se publicará hasta 2013). Tampoco es correcta la afirmación de que el IPCC no considera los factores de calentamiento naturales, que están revisados por el grupo de trabajo I, dedicado a las bases físicas del cambio climático.
Indica Comellas que las conferencias del COP son «reuniones de una comisión al efecto», cuando se trata de encuentros de todos los estados firmantes del acuerdo sobre clima de NN.UU. , que están representados al máximo nivel. En la última reunión en Durban participaron ministros de 194 países y en Copenhague hubo más de 25 jefes de Estado. No es correcto afirmar que hay una moratoria de emisiones en los países emergentes, puesto que hasta ahora no han tenido limitación de emisiones (Kioto sólo afectaba a los países desarrollados).
Aunque sea anecdótico, también sorprende mucho la referencia del autor al trabajo de un matemático español que parece concluir que los modelos para predecir el clima futuro son «matemáticamente incorrectos, y carecen de fundamento científico» (p. 289). Supongo que habría que trasladar esta conclusión a los cientos de científicos del Max Planck (Alemania), Hadley Center y ECMWF (UK), Meteofrance (Francia), NCAR y GFDL (USA), entre otros, que están trabajando en estos temas. También sería matizable la afirmación del autor, en relación al uso de energías alternativas a los combustibles fósiles, de que la energía nuclear es muy segura, pues tras el accidente de Fukushima no puede considerarse que sea tan «sumamente improbable un accidente nuclear» (p. 308).
Un texto valioso y discutible
Como valoración general del libro, me parece que resulta un texto valioso para reconstruir las tendencias pasadas del clima del planeta, para entender los factores más relevantes de variación, y, principalmente, para analizar las relaciones entre esas variaciones y los acontecimientos de la historia humana. En los puntos débiles, me parece que debería el autor haber incorporado gráficos y mapas para ilustrar algunas ideas, y citar algunos aspectos de influencia en el clima que recientemente se están evidenciando de gran interés, como el papel de los aerosoles, los procesos de acidificación del océano, o algunos impactos del calentamiento reciente sobre los ecosistemas.
Comparto la principal conclusión a la que llega el autor: que ha habido cambios climáticos a lo largo de la historia del planeta y, por tanto, que no debemos caer en el catastrofismo. Pero disiento en la importancia que concede a los procesos que estamos observando en las últimas décadas y, especialmente, al carácter global y al ritmo temporal al que están ocurriendo, que sí puede considerarse –a mi modo de ver– como bastante excepcional, no sólo porque ahora conocemos mucho mejor lo que ocurre que lo sucedido en el pasado (las fuentes de información son incomparablemente más precisas), sino también por la magnitud potencial de sus efectos.
Emilio Chuvieco
Departamento de Geografía, Universidad de Alcalá