Historia-de-los-abuelos-que-no-tuve

Historia de los abuelos que no tuve

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALHistoire des grands–parents que je n’ai pas eus. Una enquête

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2022)

Nº PÁGINAS424 págs.

PRECIO PAPEL21,90 €

PRECIO DIGITAL11,99 €

TRADUCCIÓN

GÉNERO

La indagación histórica que, además de recrear unos hechos pasados, va construyendo su propia narración paralela, no es un género literario reciente. Se suele citar como novela precursora En busca del barón Corvo, de A. J. A. Symons, publicada en 1934 (en castellano, en 2005, en Libros del Asteroide). Lo cercano en el tiempo es el auge de obras que tratan de sacar a la luz vidas pasadas que, por algún motivo, conectan con sus autores. De esta forma, excavando en una biografía, arrojan luz sobre otra.

Ivan Jablonka (París, 1973), autor de En camping-car y de Laëtitia o el fin de los hombres, es el nieto al que no conocerán Matès e Idesa. Fueron judíos, polacos, comunistas, jóvenes y pobres en una época en la que esos cinco adjetivos no presagiaban nada venturoso, y la reconstrucción detallada de sus vidas, desde el nacimiento en una aldea hasta que fueron engullidos por el abismo del Holocausto, es también una colección de imágenes de la Europa anterior a la II Guerra Mundial.

La técnica de investigación de Jablonka respeta los límites del quehacer historiográfico; explora archivos, rastrea documentos y entrevista a supervivientes, dando a cada testimonio el valor que pueda tener más de medio siglo después de los hechos.

La recreación de la vida en el shtetl –población con gran presencia de judíos, propia de la Europa central y del este–, por ejemplo, muestra cómo era la convivencia entre judíos y gentiles, pero también el impacto de las grandes corrientes políticas e intelectuales de fines de siglo en los rincones más perdidos del continente. A Jablonka, la militancia comunista de sus antepasados le sirve para detallar la represión en la Polonia de Piłsudski, que les obligó a escapar por primera vez de la persecución para acabar en París, pero también para mostrar el efecto de la propaganda soviética entre los camaradas más ingenuos.

La búsqueda que emprende el autor francés para encontrar a sus abuelos es un cántico a la fidelidad, a los lazos familiares –el recuerdo que guardan de sus primos lejanos los familiares que emigraron a Argentina es entrañable– y también a la necesidad de contar y recordar. Del Holocausto se ha escrito casi todo desde casi todos los ángulos, pero aún queda espacio para hablar y pensar sobre lo que hubo antes.

La historia de Matès “es un fracaso continuo, un fiasco enorme, grotesco, para morirse de risa. Es la historia de un judío que no quería ser judío, de un talabartero que quería salvar el mundo, de un shlimazel (gafe, en yidis) incapaz de hacerse un lugar bajo el sol”. Sin embargo, y aunque no se diga explícitamente, la supervivencia de los hijos del matrimonio, a los que acogen dos desconocidos por pura humanidad, también es un dato histórico, minúsculo, aun así relevante, que ofrece una visión esperanzada sobre el hombre. También después de Auschwitz.

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