Hijos de un rey godo

Ediciones B. Barcelona (2009). 632 págs. 22 .

GÉNERO

El periodo visigodo de la península ibérica ha sido proporcionalmente poco explorado por la ficción narrativa, indiferencia que corre paralela al desconocimiento general de esa época.

María Gudín (Oviedo, 1962) continúa el ciclo que inauguró con La reina sin nombre ambientado en el Reino de Toledo, siglos VI y VII. A los personajes reales de la casa báltica (Leovigildo; Hermenegildo y Recaredo, sus hijos; Liuva y Swinthila, hijos de Recaredo) se añaden otros de ficción (particularmente Aster y Jana, la reina sin nombre) que conectan a los godos con las tribus celtas cántabras y astures. En el centro de esa relación se encuentra la copa sagrada, que otorga a su poseedor un amplio poder, siempre que se trate de una persona justa y de noble corazón.

Hijos de un Rey godo es una historia sobre el poder, que puede corromper a seres ambiciosos y vengativos, pero que puede también ejercerse con justicia: como explica uno de los personajes, la nobleza no proviene de la fuerza ni de la sangre, sino del dominio de uno mismo y de la grandeza de corazón. En una época donde la guerra formaba parte de la vida, la narración de las tres generaciones de reyes está llena de intrigas políticas y de batallas.

Gudín se mueve con soltura entre un complejo entramado de pueblos e intereses (cántabros y roccones al norte, bizantinos orientales al sur, y la amenaza exterior de suevos y francos) y transmite con viveza el modus vivendi y las aspiraciones de cuantos habitaban la península, sean germanos, judíos o hispanorromanos. Se fija con detalle en la cuestión del arrianismo y la expansión de la fe católica y no disimula su predilección por los personajes femeninos fuera de la norma de la época (Jana en la primera novela y Baddo, mujer de Recaredo, en esta segunda), que protagonizarán intensas historias de amor y a la vez cumplirán un papel activo y determinante para el futuro de los pueblos hispanos.

La acción (lugares, batallas, viajes, ciudades) abarca muchas cosas con detalle, quizás demasiadas, y se hace un poco larga; pero el interés en general se mantiene, en buena parte por el uso frecuente de la primera persona y los verbos en presente, que dan viveza y cercanía a lo que se cuenta, y porque los personajes centrales están bien cuidados.

Hijos de un Rey godo, como su predecesora, es una muestra de que se puede hacer buena novela histórica sin recurrir a todo lo peor de lo que hemos sido capaces hasta ahora los hombres.

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