Hacia los confines del mundo

Salamandra. Barcelona (2007). 816 págs. 24,50 €. Traducción: Victoria Malet y Caspar Hodgkinson.

TÍTULO ORIGINALThis Thing of Darkness

GÉNERO

Probablemente el gancho de este libro es que trata de Darwin, del joven Darwin que se embarca en el Beagle en 1831 y desembarca en 1836. Pero el verdadero protagonista de esta novela casi histórica es Robert FitzRoy, el capitán del bergantín. Robert FitzRoy (1805-1865) llegó a vicealmirante y a gobernador de Nueva Zelanda. Fue un adelantado de la meteorología e ideó un sistema para conocer de antemano la llegada de una tormenta. A él se debe la idea de los pronósticos diarios del tiempo, aunque no fue adoptada por las autoridades, con la justificación de que era algo caro. FitzRoy diseñó cartas de navegación de la Patagonia, Chile, las Malvinas y Tierra de Fuego que sólo han sido superadas por las obtenidas por fotografía aérea. Fue también un gran formador de hombres y casi todos los oficiales que estuvieron a sus órdenes destacaron en la Marina inglesa.

La novela, hasta más de la mitad de sus más de ochocientas páginas, es una novela de aventuras marinas, narrada con ritmo e interés. Después, con el embarque de Darwin, tiene lugar la amistad y a la vez el enfrentamiento dialéctico entre el entonces aprendiz de naturalista y el capitán. En esas escenas y en las que se suceden después de la aparición de El origen de las especies, en 1859, se puede asistir a una hábil reconstrucción de la polémica que ocasionó ese libro, incluyendo la petición de los misteriosos “eslabones perdidos” y la justificación darviniana, aún hoy repetida, de que “el registro fósil no es completo”. No se aclara que no puede ser nunca completo porque se trata de una historia y ninguna historia se puede reconstruir en su totalidad.

FitzRoy fue un hombre idealista. Murió en la ruina porque gastó toda su gran fortuna en investigaciones y actividades públicas, en obras que correspondía en realidad sufragar al Estado. De profundas convicciones religiosas, en los últimos años padecía fuertes depresiones, que se dan como causa del suicidio. La novela de Hary Thompson da otra razón, poco verosímil, pero mucho más trágica. FitzRoy duda entre su espiritualismo de siempre, con la inmortalidad del alma, y el materialismo más que explícito sobre todo en la segunda obra importante de Darwin, El origen del hombre, de 1871. ¿Existía ese otro mundo “o Darwin tenía razón y él era sólo un momo más, demasiado desarrollado para su propio bien? Sólo había una manera de averiguarlo. Sintió la fría cuchilla contra el cuello”.

Una poderosa novela, para leer con calma y saborear la minuciosa descripción de los viajes marítimos, a través de la mirada de un hombre atormentado.

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