Guía para perplejos

El 23 de abril se conmemora en todo el mundo el Día Internacional del Libro, que coincide con el aniversario de la muerte de William Shakespeare y Miguel de Cervantes. Fue la UNESCO, en 1956, la que promulgó esta fiesta, que ya contaba con tradición en España, pues desde 1926, con Alfonso XIII, se festejaba la Fiesta del Libro Español.

El Día del Libro coincide en Cataluña y Aragón con el Día de San Jorge (la Diada de Sant Jordi), fiesta muy vinculada a los libros y que se celebra también en otras localidades. Ese día se recuerda la muerte de Jorge de Capadocia, que falleció el año 303. Pero la celebración popular tiene un origen más complejo, con una leyenda en la que aparece una doncella, un dragón y una rosa. La tradición actual se remonta al siglo XV, y en los últimos años ha adquirido un toque más cultural, pues ese día se regalan rosas y libros a los seres más queridos.

Seleccionar para regalar

Regalar libros el día 23 de abril es, pues, una tradición. Sin embargo, ante la avalancha de miles y miles de títulos, lo más complicado es elegir bien. Además, durante las semanas anteriores a esta fiesta, uno de los puntos fuertes del año en lo que a ventas de libros se refiere, las editoriales echan el resto en sus estrategias de marketing, que continuará más adelante con la apoteosis de la Feria del Libro de Madrid. Uno de los principales objetivos estratégicos de las editoriales es situar sus apuestas en las listas de libros más vendidos, que mantienen un importante tirón entre los lectores.

En España, la oferta de libros es tan amplia que merece la pena, para acertar en la elección, dedicar un poco de tiempo a repasar las novedades de los últimos meses con el fin de escapar de la tiranía de la moda, los elegidos por las grandes editoriales, los escaparates de las cadenas comerciales y las listas de los libros más vendidos (siempre bajo sospecha, por otra parte).

Los americanos pisan fuerte

En los últimos meses, la cosecha de autores norteamericanos ha sido ciertamente buena. Comienzo por una novela que ha recibido excelentes críticas por su calidad literaria y por el encendido elogio que hace de la amistad. Se trata de En lugar seguro (Libros del Asteroide), de Wallace Stegner, un escritor que se sitúa deliberadamente en las antípodas de los valores de la Generación Beat. Y sigo por Puente de los Suspiros (Alfaguara), de Richard Russo, novela que se basa en las preocupaciones de los ciudadanos norteamericanos corrientes, con sus periodos de crisis y su contagiosa humanidad. No es tan ambiciosa como las novelas de Richard Ford protagonizadas por Frank Bascombe (la última, Acción de Gracias), pero acierta en el tono y en la rememoración de unos hechos significativos.

Llenos de vida (Anagrama), de John Fante, es una entretenida novela sobre un matrimonio que espera un hijo y el proceso de conversión al catolicismo de la mujer. Bastante más crítica con el modo de vida americano, pero muy interesante en sus intenciones, se muestra Vía Revolucionaria (Alfaguara), de Richard Yates, de la que existe una reciente versión cinematográfica y que describe con dureza el fracaso de un matrimonio. Técnicamente más compleja es Elegía para un americano (Anagrama), de Siri Hustvedt, quien acierta en la plasmación de unos conflictos urbanos muy contemporáneos.

Lumen ha reeditado Un árbol crece en Brooklyn, de Betty Smith, amable retrato de una vida en construcción en unos años de pobreza y crisis. Libros del Asteroide publica la primera novela que se traduce al castellano de Fred Chappell, Me voy con vosotros para siempre, una historia con mucho sentido del humor, también con protagonista juvenil y ambientada en una granja de Carolina del Norte.

Aconsejo también echar un vistazo a las novedades de la editorial Navona, dedicada a recuperar clásicos, especialmente norteamericanos, en ediciones muy asequibles. Por ejemplo, algunos títulos de Steinbeck, como El pony rojo, Dulce Jueves y El largo valle, y, entre otros, un volumen de relatos de Scott Fitzgerald, Los mejores cuentos.

Los clásicos: un valor seguro

Y continuamos con un valor seguro: los clásicos. El mercado editorial ofrece una gran oportunidad de reencontrarse con los clásicos de todas las épocas, muy presentes en el mercado, aunque son las editoriales menos comerciales las que más apuestan por la reedición de autores y títulos para lectores minoritarios.

Resultan muy meritorias estas dos recientes publicaciones: El final del desfile (Lumen), de Ford Madox Ford, y Las confesiones de un italiano (Acantilado), de Ippolito Nievo, dos voluminosas y ambiciosas novelas que reconstruyen desde diferentes perspectivas y espacios el final de la Primera Guerra Mundial y el optimismo reinante en la primera mitad del siglo XIX en Europa.

Alba, que cumple quince años lavando la cara a los clásicos con nuevas traducciones, ha publicado Lucy Gayheart, de Willa Cather, escritora que sigue sorprendiendo por su capacidad para crear personajes femeninos tan atrayentes e inquietantes. Lumen continúa rescatando libros de la escritora Elizabeth von Arnim, tras el éxito de Elizabeth y su jardín alemán; lo último ha sido El señor Skeffington, una novela con mucho sabor biográfico. En Tusquets ha salido Sobre los acantilados de mármol, de Ernst Jünger, una violenta parábola sobre el abuso de poder, que puede leerse, además, como un ataque a los métodos de Hitler antes de que estallase la Segunda Guerra Mundial.

Un millón de clásicos

Como decíamos, hay clásicos por todos los lados. Acantilado continúa con su empeño de reeditar todas las obras del polifacético Stefan Zweig; lo último, un par de novelas breves: Mendel el de los libros y Viaje al pasado. Ciudadela, por su parte, ha publicado El genio del cristianismo, del siempre interesante y moderno Chateaubriand. Rey Lear rescata El regreso del soldado, de Rebecca West, y Bajo la mirada de Occidente, de Joseph Conrad, considerada su obra maldita. Impedimenta reedita a Henry James (La figura de la alfombra).

En Lumen han aparecido nuevos títulos de Thomas Hardy (Unos ojos azules), Natalia Ginzburg (Familias), y Nathaniel Hawthorne (La casa de los siete tejados). De Hawthorne también se ha ocupado Acantilado, que saca su volumen de cuentos Musgos de la casa parroquial. Backlist, el nuevo sello de Planeta, ha vuelto a editar La ciudadela, de A.J. Cronin, y una original obra de William Thackeray, El libro de los snobs. NorteSur ha rescatado una amena novela de Charles-Ferdinand Ramuz, Derborence. Y Siete Noches, dos novelas policíacas del alemán Theodor Fontane, Bajo el peral y Grete Minde.

Para los interesados en conocer las vidas de algunos de los grandes autores del siglo XX se han editado en Acantilado las cartas de Tolstói (Correspondencia), las de Joseph Roth (Cartas, 1911-1939), las que se escribieron los grandes amigos Herman Hesse y Stefan Zweig, y en Páginas de Espuma las que Chéjov escribió a Olga Knipper, su mujer.

Hacia otro verano (Seix Barral) es una de las obras más personales y biográficas de la escritora neozelandesa Janet Frame. Y en Ediciones del Viento ha aparecido el agradable libro de memorias del escritor hindú Rabindranath Tagore, Mis recuerdos.

De algunos de estos autores también se han reeditado algunas de sus obras de ficción. Por ejemplo, de Chéjov, Cinco novelas cortas (Alba); de Tolstói, Jadzhi Murat (Nórdica), una de sus mejores narraciones cortas; y de Roth, Jefe de estación Fallmerayer (Acantilado).

Y conviene advertir a sus numerosos lectores que siguen reeditándose la mayoría de los libros del inglés G.K. Chesterton, un auténtico clásico contemporáneo; el último, Basil Howe (El Olivo Azul).

Clásicos hispanos del siglo XX

Todo un clásico español es Nada (Destino), de Carmen Laforet, Premio Nadal en 1944. Esta primera novela de su autora se sigue leyendo, lo que demuestra su interés y calidad. Y relacionada con esta escritora ha aparecido Música blanca (Destino), donde Cristina Cerezales, hija de la autora, reconstruye su biografía y su larga enfermedad.

Del catalán Josep Pla, que sigue incrementando su prestigio, hay que resaltar dos títulos: Notas y diarios (Blacklist), volumen que reúne lo mejor de su literatura memorialística, y Vida de Manolo (Libros del Asteroide), la biografía del escultor Manolo Hugué, gran amigo de Pla, libro que es un buen ejemplo de su capacidad para hacer literatura con todo tipo de materiales.

Del periodista y maestro de periodistas Julio Camba, tan admirado por Pla, Alhenamedia ha reeditado algunos de sus mejores libros de cuando fue corresponsal en el extranjero, como La rana viajera y Aventuras de una peseta. Y destaco una biografía muy especial: Juan Belmonte, matador de toros (Libros del Asteroide), que el periodista Manuel Chaves Nogales publicó en 1935, el mismo año que el torero Belmonte dijo adiós a los ruedos.

Novelar el terror soviético

Tras el éxito de Vida y destino, de Vasili Grossman, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores ha rescatado otra novela de este autor ruso, víctima de la férrea censura comunista: Todo fluye es otro interesante testimonio sobre cómo se articuló el comunismo soviético y su sistemático desprecio por la dignidad humana.

También hay que destacar la publicación de la versión íntegra de Un día en la vida de Iván Denísovich (Tusquets), la primera novela de Alexander Solzhenitsin y la única que consiguió publicar en la URSS. No debemos olvidar La orilla izquierda, de Varlam Shalámov, el segundo volumen de Relatos de Kolymá, meritoria empresa editorial (son seis libros) de Minúscula, que comenzó el año pasado con el primero de los volúmenes. Original resulta la historia que se cuenta en El archivero de la Lubianka (Alianza), de Travis Holland, sobre la trágica vida del escritor ruso Isak Babel.

Un magnífico escritor, el ruso Serguey Dovlátov (1941-1990), describe también en sus libros, con otro estilo e intenciones, las consecuencias de la dictadura comunista. Si El compromiso (Ikusager) dejaba al descubierto, con mucha ironía, las esperpénticas tácticas para dominar los medios de comunicación, La extranjera (Ikusager), la última en publicarse, describe la vida de los emigrados rusos en Nueva York en la década de los años 80 del pasado siglo.

La II Guerra Mundial y sus heridas

Y otros testimonios sobre el drama de la Segunda Guerra Mundial son La estepa infinita (Salamandra), de Esther Hautzig, donde se cuenta la deportación de una familia judía polaca a las frías tierras de Siberia; Más allá de estos muros (Kailas), las estremecedoras memorias de la judía polaca Janin Baum; Una vez (Kailas), de Morris Gleitzmann, y su continuación, Entonces, narraciones con protagonista infantil en un contexto ciertamente dramático en la estela de El niño con el pijama de rayas, de John Boyne. También el Diario, de la erudita francesa Hélène Herr. Y en Periférica ha salido un nuevo testimonio de los campos de concentración nazis, Sin flores ni coronas, de la francesa Odette Elina.

Viajes literarios

Además del viaje físico están los viajes literarios. En este punto, la oferta es amplia y variada. Por ejemplo, Tótem lobo (Alfaguara), de Jiang Rong, libro que describe Mongolia y la China interior de la época posterior a la Revolución Cultural. O la reedición de Sorgo rojo (El Aleph), una de las primeras novelas del escritor chino Mo Yan, ambientada en la guerra chino-japonesa del siglo pasado. Y una singular recuperación: En Marruecos (Pre-Textos), de Edith Wharton, publicado en 1919, mucho antes de que el país norteafricano se convirtiese en destino turístico.

En Salamandra continúan saliendo las obras del húngaro Sándor Márai. Tras Diarios (1984-1989), aparece ahora Los rebeldes. Y en Mondadori La balada de Iza, de Magda Szabó, una novela muy bien trabajada de una escritora húngara que merece la pena conocer.

Sigue siendo alto el nivel de la literatura británica. Anagrama publica La dama de la furgoneta, la última novela de Alan Bennett, el autor de la exitosa Una lectora poco común; la de Nick Honrby, Un gran chico; y también resulta entretenida por la originalidad del argumento Habla con George (RBA), de Wesley Stace, escritor, cantante y compositor de música moderna. Y dos recuperaciones: Estallidos y bombardeos (Impedimenta), de Wyndham Lewis, y Un lugar en la cumbre (Impedimenta), de John Braine.

Lecturas internacionales

Del escritor finlandés Arto Paasilinna, el autor de Delicioso suicidio en grupo, Anagrama edita otra de sus novelas más entretenidas, La dulce envenenadora. La austriaca Eva Menasse escribe en Viena (Lumen) una saga familiar ambientada en esta capital centroeuropea que arranca en los años previos a la ocupación nazi y llega hasta la actualidad.

De Japón destacamos dos novelas: El buda blanco (Alianza), de Hitonari Tsuji, que cuenta una historia muy enraizada en las costumbres japonesas y en su idea de la vida y la muerte, y La fórmula preferida del profesor (Funambulista), con la que la escritora Yoko Ogawa ha conseguido una novela distinta y muy humana sobre las vicisitudes de un profesor de matemáticas enfermo.

Destaco otros dos buenos libros de escritores canadienses: Maria Chapdelaine (Ediciones del Viento), de Louis Hémon, y Lo que arraiga en el hueso, nueva novela de Robertson Davies que publica Libros del Asteroide.

Chico de barrio (Libros del Asteroide), del italiano Ermanno Olmi, describe con las técnicas del neorrealismo la vida de un adolescente milanés al principio de la Segunda Guerra Mundial. También autobiográfica es Quien parpadea teme a la muerte (Minúscula), de Knud Romer, novela que provocó mucha polémica en Dinamarca por la acogida que se dispensó a las tropas alemanas. El zorro ártico (Nórdica), de Sjón, está enraizada en el folclore popular islandés. Trágica y muy simbólica, pero que explica muchas cosas sobre la vida en Israel, es la novela de Abraham B. Yehoshúa, Una mujer en Jerusalén (Anagrama).

Sabor francés

La próxima Feria del Libro de Madrid tiene como país invitado a Francia. La literatura francesa no tiene la influencia que tenía antes, pero sigue siendo un referente cultural, como ha demostrado el último premio Nobel, J.M. Le Clezío, del que se han reeditado, entre otras, El atentado (Cátedra), su ópera prima, y Desierto (Tusquets), obras que sintetizan su mundo narrativo.

Más reconocimiento literario ha tenido el último libro de Daniel Pennac, Mal de escuela, mitad libro de memorias mitad ensayo sobre los males de la educación. Dura y sobrecogedora es la historia, como el resto de su literatura, de El Informe de Brodeck (Salamandra), de Philippe Claudel. Y en los últimos meses se ha despertado el interés por Patrick Modiano, del que se han editado En el café de la juventud perdida, Café de las Tiendas Oscuras (Anagrama) y Reducción de condena (Pre-Textos). También francés es Léo Malet, autor de Niebla en el puente de Tolbiac (Libros del Asteroide) novela negra ambientada en París en la que el detective Burma tiene que resolver un misterioso y sórdido caso.

Viajar en el tiempo

La guerra civil española es el tema de los relatos que componen Partes de guerra (RBA), edición preparada por el novelista Ignacio Martínez de Pisón, el autor del ensayo Enterrar a los muertos (Seix Barral). En las postrimerías de la guerra civil y sus consecuencias está ambientada la novela de Miguel Aranguren, La hija del ministro (La Esfera), una historia de amor y de odio. En la Edad Media española transcurre El caballero de Alcántara (Ediciones B), de Jesús Sánchez Adalid. Y en tiempos de los griegos y del rey Ciro, El ejército perdido, del italiano Valerio Massimo Manfredi, que actualiza lo que cuenta Jenofonte en su Anábasis. Una historia mucho más contemporánea -la invasión por las tropas nazis de una isla británica durante la Segunda Guerra Mundial- se cuenta en la entretenida La sociedad literaria y el pastel de patata de Guernsey, de las escritoras Mary Ann Shaffer y Annie Marrows.

Aunque no entra propiamente dentro del género histórico, también resulta muy agradable de leer el libro de Jesús del Campo, Castilla y otras islas (Minúscula), que combina el libro de viajes con la recreación histórica. Y como un magnífico reportaje costumbrista y social puede leerse Historias de la Alcarama (Gadir), de Abel Hernández, libro que reconstruye la vida en el siglo XX del pueblo de Sarnago, en las Altas Tierras de Soria, un pueblo ya deshabitado y en ruinas donde vivió el autor, que recuerda los modos de vida y los valores familiares de aquellos años.

La vigencia de lo policíaco

Al igual que sucede con la novela histórica, los años no hacen mella en la novela policíaca, que sabe adaptarse a los nuevos tiempos.

La industria editorial saca partido a las recuperaciones, como Los relatos del padre Brown, de Chesterton (Acantilado); también al exotismo, como sucede con Mariposas para los muertos (Siruela), de Diane Wei Liang y Cuando el rojo es negro (Almuzara), de Qiu Xiaolong, escritores chinos que viven en el extranjero y que utilizan la novela policíaca para hacer una radiografía crítica de su país. Lo mismo hace José Jiménez Lozano en Agua de noria (RBA), con el contexto de las sombras de la España contemporánea.

La gran revelación del año ha sido el escritor sueco Stieg Larsson, fallecido recientemente cuando terminó de escribir la tercera novela de su trilogía Millenium, de la que se han publicado con gran éxito de lectores los dos primeros volúmenes: Los hombres que no amaban a las mujeres y La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Destino). Son novelas bien escritas, con una ácida crítica social que, sin embargo, no consiguen esquivar los estereotipos más sombríos del género, con situaciones desoladoras y un mundo marginal descrito con todo lujo de detalles.

En El hombre más buscado (Plaza & Janés), el experimentado John Le Carré actualiza los ingredientes de la guerra fría, con mucha acción, como es habitual en sus libros. También Sara Patesky mantiene el interés en Golpe de Mano (Alfaguara). El sueco Henning Mankell demuestra su dominio del género en El chino (Tusquets), novela que no cuenta con la presencia del detective Wallander. Reyes Calderón repite protagonista e ingredientes en El expediente Canaima (RBA), tras el éxito de Los crímenes del número primo. La intriga es también la base de la entretenida La Hermandad de la Buena Suerte (Planeta), novela con la que Fernando Savater consiguió el último Premio Planeta.

Decía Isaac Asimov, profeta de la ciencia ficción, que “la idea esencial del libro no ha cambiado en cinco milenios y no cambiará en un futuro. Nada puede reemplazar a la palabra escrita en alguna forma portátil, más o menos permanentemente, que puede pasar de mano en mano”. Libros, muchos libros, infinitos libros… y todos al alcance de la mano el día 23 de abril.

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