Fantasmas balcánicos

Robert D. Kaplan

GÉNERO

Acento. Madrid (1995). 266 págs. 2.625 ptas.

La situación de los Balcanes sigue siendo -como siempre- ardiente. Si se conociera la historia se vería que ese «como siempre» está fundado. Este es uno de los muchos méritos del libro de Robert Kaplan, un periodista norteamericano del género de los que, para conocer, llegan hasta el último rincón del planeta.

El original inglés es de 1993, cuando la guerra de Bosnia estaba empezando. Pero lo que Kaplan escribe entonces se ha cumplido puntualmente. El libro trata con deteni-miento de la historia y de la situación actual de Croacia, Albania, Serbia, Rumania, Macedonia, Bulgaria y Grecia. El método es el de reportaje, que combina referencias históricas con entrevistas con personajes a los que se da un tratamiento amplio, personal, de verdaderos protagonistas.

El libro es aconsejable a quienes deseen finalmente ponerse al día sobre la cuestión balcánica. Porque, además, no es partidista. El autor es judío no practicante, con respeto hacia la religión en general y con especial simpatía a los que buscan la pureza de lo espiritual. No parece que tenga un pasado progresista que ocultar: las referencias al comunismo son exactas, medidas y por eso mismo resultan terribles. La descripción de Rumania bajo Ceaucescu es de lo más impresionante que se puede leer.

Antiguos territorios de dos imperios que se vinieron abajo (el austro-húngaro y el otomano), los Balcanes no son, como decía Marx, «basura étnica», sino un lugar, con frecuencia bellísimo, en el que se han cultivado el odio y la crueldad desde hace siglos. Ahora la historia pesa sobre el presente, de forma que a menudo un serbio puede ver en un bosnio musulmán -a pesar de que sólo se diferencia de él por la religión- a aquel turco que lo masacró en torno a Pristina, en la llanura de Kosovo, ahora habitada sobre todo por albaneses.

Aunque el libro de Robert D. Kaplan no trata de la actual guerra en territorio bosnio, están en él casi todas las claves para entender por qué apenas se entiende nada de lo que está pasando.

Rafael Gómez Pérez

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