Una veta satírica recorre demasiados hitos de la novelística rusa como para considerarlo un género más, y no un rasgo connatural de la literatura rusa, como la picaresca en la española. Desde el padre de esa sensibilidad, el gran Gógol de Almas muertas, hasta genios como Bulgákov y Voinóvich o el reciente Pelevin, los novelistas rusos han alcanzado cotas de perfección inigualada en el arte de colocar el espejo cóncavo ante la siempre excesiva historia de un pueblo desmesurado para
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