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El séptimo velo

Escaparate de Libros

GÉNERO

Seix Barral. Madrid (2007). 644 págs. 21,50 €.

Después de abandonar la bohemia de su trilogía del fracaso («Las máscaras del héroe», «Las esquinas del aire», «Desgarrados y excéntricos») y abrir una senda diferente con «La vida invisible», Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970) publica una obra muy alejada de los cánones e intereses de la narrativa contemporánea española.

«El séptimo velo» cuenta la historia de Jules Tillon, héroe de la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial, a través de la investigación que lleva a cabo Julio, con quien tiene secretos vínculos. Se trata de un viaje de redención a través de la memoria que pasa por la Segunda República, la Guerra Civil, la Francia de la Segunda Guerra Mundial, el Madrid de la posguerra o la Argentina refugio de nazis. Y para transitar esas complejas regiones, Juan Manuel de Prada huye del maniqueísmo, «esa cómoda trinchera», cuyo abandono supone «exponerse a recibir un fuego graneado», como dice el narrador. Todos sus personajes poseen el atractivo de mostrar los claroscuros de nuestra condición, puestos de mayor relieve en épocas extraordinarias como las que relata.

Estamos ante una obra de amplio alcance, tanto por la temática como por las ideas que anidan en su seno: redención, culpa, falsas apariencias, descubrimiento de las raíces, memoria, perdón… «El séptimo velo» entronca con el curso de la historia literaria y establece un diálogo con el arte que nos precede. Especialmente inconcebible sería esta novela sin considerar la influencia de la narrativa cinematográfica. Esta es una novela del XIX, pasada por el filtro del cine americano de los cuarenta y del género negro en general, con un estilo heredero de la tradición expresionista y barroca española, y una arquitectura narrativa posmoderna y muy lograda.

En su contra, un estilo que para los poco inclinados a su prosa barroca y exuberante puede distanciar en ocasiones por sonar impostado, pero que es el sello personal de Prada. Puede resultar desagradable el tratamiento, en algunos momentos explícito y detallado, que la novela hace del sexo. Cuando aparece este elemento, en todo caso secundario en el conjunto de la obra, Prada no hace un uso gratuito de él: presenta una sexualidad oscura, atormentada, para reflejar los estragos que provoca la degradación de lo sublime.

Agustín Alonso-GutiérrezACEPRENSA

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