El mar en ruinas

David Torres

GÉNERO

Destino. Barcelona (2005). 298 págs. 18 €.

David Torres (Madrid, 1966) quedó finalista del Premio Nadal en 2003 con «El gran silencio». Se trataba de una digna novela policíaca en torno a un ex boxeador donde ya aparecía el gusto del escritor por el mundo clásico. Ahora se muestra disconforme con el final feliz que conocemos de Odiseo, el más complejo, humano y truhán de los héroes griegos. Homero nos contó hasta la matanza de los pretendientes en Ítaca pero el mito sigue vivo y el autor se suma ahora a la estela fértil que ya inspiró a escritores como Dante, Kazantzakis o Cunqueiro.

Un Telémaco despechado convence a unos bardos para que cuenten una versión del rescate de Helena donde Odiseo es suplantado por otro personaje. Odiseo vuelve a abandonar Ítaca en pos de su leyenda y se reencuentra de nuevo con Circe y Calipso. Lo que ocurrió antes cobra un nuevo sentido al tiempo que se van rellenado lagunas y dando a conocer la verdadera versión de los hechos que contó Homero. Paralelamente Ítaca sufre la locura de un Telémaco dedicado a la cruel reproducción de las metamorfosis de Ovidio en la piel de los ciudadanos de la isla. Todo es narrado por Penélope en forma de un largo relato que cuenta a otro hijo.

La novela es una propuesta arriesgada. Por un lado se basa en mitos y personajes muy fijados en el imaginario occidental. Cualquier variación esencial va a encontrar una natural resistencia, y aquí las variaciones son importantes. Por ejemplo, los actos de lujuria y de violencia son referidos sin detalles pero siempre en un tono bestial y primitivo, quizás en un intento de humanizar (o vulgarizar) la grandeza épica de unos personajes legendarios. Quizás por lo mismo, lo trágico se mezcla con unos toques de humor y de coloquialismo en el lenguaje que deben más a Robert Graves que a Homero.

La novela está construida sobre dos ejes simbólicos (el mar y el telar) que derivan en planos complicados para la comprensión de la historia: las cosas se suceden como olas que mezclan pasado y presente, los sucesos se tejen con hilos de sueños y de realidades. Además, el personaje que supuestamente suplanta a Odiseo (o Nadie, como se llama a sí mismo en su segundo viaje), es Ulises (el propio nombre latino de Odiseo). La mezcla de hilos, olas y nombres del mismo personaje hacen que a veces no se sepa bien dónde se anda. Torres se muestra buen conocedor del material con el que trabaja y emplea el estilo con cuidado para que no desentone. Es un placer encontrarse de nuevo con personajes tan familiares, pero esta vez el reencuentro resulta algo confuso e inquietante.

Javier Cercas Rueda

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