El fugitivo que dibujaba pájaros

TÍTULO ORIGINALO Vale da Paixão

GÉNERO

Seix Barral. Barcelona (2001). 223 págs. 2.470 ptas. Traducción: Eduardo Naval.

Junto con António Lobo, José Saramago y Agustina Bessa-Luís, Lídia Jorge (1946) es una de las voces consagradas de la literatura portuguesa contemporánea. En sus obras, algunas de ellas traducidas al castellano, como La costa de los murmullos y El jardín sin límites, la autora utiliza los conflictos sociales y políticos de la reciente historia de Portugal para transformarlos en materia narrativa de unas novelas sentidas, muy personales, escritas con un fuerte componente lírico.

En El fugitivo que dibujaba pájaros se narra la decadencia de una familia rural del sur de Portugal, dividida por los sueños de riqueza que despertaba la emigración y la rebelde actitud de uno de los hijos de la familia Dias: Walter, el menor, el soldado, el trotamundos, el mujeriego

La novela es la historia de esta desintegración familiar, contada desde la perspectiva de la hija no reconocida de Walter, adoptada por uno de sus hermanos, el tullido Custódio, quien también se casa con Maria Ema, la madre de la niña, y el único de los hermanos Dias que acompaña al padre y resiste en el caserón de Valmares. La presencia y ausencia de Walter es una obsesión para todos los miembros de esta familia, cuando trabajaban los campos de Valmares y cuando emigran a diferentes países de América. En su tierra y en la distancia, todos siguen pendientes de los avatares de Walter, de su ajetreada vida, de su descarada rebeldía, de sus aventuras amorosas.

Mientras el tiempo pasa y Valmares entra en una irremisible desintegración, Walter mantiene viva su memoria gracias a la abundante correspondencia que envía desde todo el mundo, acompañada siempre de dibujos de pájaros, en los que la hija -la narradora de la historia- interpreta como la radiografía del alma del padre. Poco a poco, la hija va cobrando un mayor protagonismo, lo que la lleva a cuestionarse la vida desmedida y aparentemente feliz de Walter.

Lídia Jorge utiliza estos ingredientes para trazar un profundo análisis de unos personajes que consiguen ser representativos de toda una época de Portugal, marcada por la emigración y por las rupturas que la modernidad forzó en la sociedad rural. Pero la novela no se agota en su mensaje costumbrista o social. A través de breves secuencias, del lento avanzar del tiempo, la autora va dando forma a un relato ambicioso y muy bien escrito, sorprendentemente duro y lírico, que refleja los sentimientos y temores de unos personajes pasivos, que ven cómo la avasallante personalidad de Walter altera profundamente el sentido de sus anodinas vidas.

Adolfo Torrecilla

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