El arte de la distorsión

Alfaguara. Madrid (2009). 227 págs. 17,50 €.

El nombre del colombiano Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) es quizá uno de los más prestigiosos de la narrativa hispanoamericana reciente. Dotado de una sólida formación lectora, rápidamente comprobable en su obra de ficción, ahora saca a la luz una colección de ensayos dispersos sobre autores y obras que han llamado su atención. Vásquez no se aparta del modelo del escritor latinoamericano culto y cosmopolita, traductor y articulista de criterio firme. Es un ensayista analítico y razonador: hace desfilar sus afinidades y fobias literarias mediante una argumentación amena y rotunda. Tiene las buenas cualidades del ensayista clásico: cada artículo revela una voluntad de estilo sin estridencias, pero original y polémico.

Así, se permite tutear a un gurú como Nabokov y ataca sus opiniones no menos controvertidas sobre Cervantes. El tono espontáneo no elimina el rigor. Los ensayos del libro, aunque no sean académicos, están respaldados por un buen caudal de lecturas. Ciertamente no todas las opiniones serán asumibles: uno no comparte, por ejemplo, el entusiasmo por la obra de Ricardo Piglia. Otra de las deudas más fuertes de Vásquez, la de Philip Roth, no me parece tan importante en el contexto de la literatura norteamericana actual. Pero estos juicios son tan personales como los del novelista colombiano.

El escritor crea sus precursores, según la conocida frase borgiana, o, al menos, hoy en día se interesa por indicar quiénes son sus maestros. Juan Gabriel Vásquez no tiene reparo en aclarar sus deudas literarias, y hasta existenciales, con dos narradores, V.S. Naipaul y Joseph Conrad, que escribieron toda su obra lejos de sus países de origen. Así sucede con el novelista colombiano, aunque habría que recordar que su caso no es tan extraño en un contexto como el de Hispanoamérica. Muchos otros han compartido su destino, y no siempre -como vulgarmente se cree- por razones políticas. Sin ir más lejos, otro de los nombres homenajeados en este volumen, Julio Ramón Ribeyro, también vivió y escribió casi siempre fuera de su Perú natal.

Entre los mejores ensayos contenidos en este volumen, brillante por sus cualidades intrínsecamente literarias, están quizá el que da título al libro, la defensa del cuento como género literario en “Apología de las tortugas” o la reflexión sobre la reseña literaria, en la que destaca el altruísmo (¡ay!) de quienes se dedican a ella, o esta frase que, para mí, es toda una síntesis de lo que debiera ser una recensión: “La mejor crítica de novedades hace sonar la alarma acerca de esos aspectos del libro que son de interés y que el lector corre el riesgo de perderse si alguien no se lo señala de antemano”.

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