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El abogado descalzo

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALThe Barefoot Lawyer

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2017)

Nº PÁGINAS463 págs.

PRECIO PAPEL23,90 €

PRECIO DIGITAL7,99 €

Los regímenes comunistas se ufanan de tenerlo todo bajo control, pero a veces se dan de narices con la realidad. En 2012, el que rige en la República Popular China se tomó la molestia de desplegar decenas de guardias de seguridad en torno a la humilde casa de un joven activista de los derechos humanos, Chen Guangcheng, para evitar que siguiera levantando la voz y denunciando los atropellos del sistema. Pero Chen, un hombre ciego, pudo escapar.

La historia de este singular luchador por la libertad está recogida en El abogado descalzo, un volumen autobiográfico que invita al lector no a fijarse en las postales de la Gran Muralla o en el centelleo de los rascacielos que van conformando el skyline de las urbes chinas, sino en el olvido en que viven las aldeas y sus gentes, atenazadas por un brutal sistema de sumisión del que el Partido Comunista, a diferentes niveles, es eje central. Tras los impuestos abusivos, tras las campañas de esterilización y abortos forzosos, tras la degradación del medio rural, siempre está la mano de la “fuerza dirigente de la sociedad”, que no duda en hacer apalear a inválidos, ancianos y mujeres si no se pliegan a su voluntad.

Chen es de los que no se plegó. Su historia es una de superación, en una sociedad en que los invidentes –en parte por la poca humanidad del sistema, en parte por algunos ecos culturales que delatan la ausencia de la raíz cristiana– son considerados un estorbo en toda regla y solo se les reserva el papel de juglares o de adivinos del destino. En su remota aldea, desde muy pequeño, el autor rompió ese injusto molde, al punto de que no solo consiguió cursar estudios de medicina, sino que se transformó, gracias a su espíritu inquieto y su avidez por conocer las leyes del país, en un “abogado descalzo”, uno de esos individuos que, sin una titulación propiamente dicha, pueden tomar en sus manos los casos de abuso contra la gente humilde y hacer el ruido necesario para que las instituciones den respuesta.

Precisamente Chen es de los que ha hecho más ruido en China desde la década de 1990. El joven abogado ciego nos relata cómo reclamó activamente que se cumpliera la Ley para la Protección a las Personas con Discapacidad, y cómo recopiló testimonios de personas afectadas por la política del hijo único, en virtud de la cual muchos “infractores” sufrieron acoso y torturas inenarrables.

Por supuesto que su labor tuvo que molestar: fue enviado a la cárcel desde diciembre de 2006 hasta septiembre de 2010, y desde entonces hasta abril de 2012 fue sometido a un feroz e invasivo régimen de arresto domiciliario que no le dejó mejor opción: era huir o morir. Eligió la primera alternativa y, tras un azaroso recorrido, acabó solicitando protección en la embajada de EE.UU. en Pekín, un episodio que estuvo a punto de provocar una grave crisis bilateral y en el que Chen tuvo oportunidad de percibir cómo los derechos humanos pueden quedar bastante malparados cuando los intereses económicos son los que mandan.

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