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¡Divinas!

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALModelos, poder y mentiras

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2015)

Nº PÁGINAS272 págs.

PRECIO PAPEL18,50 €

GÉNERO,


Una versión de esta reseña se publicó en el servicio impreso 67/15

La barcelonesa Patrícia Soley-Beltran fue modelo durante años y colaboró con importantes marcas, lo que le permite hablar con conocimiento de causa de cómo funciona el mundo de la moda.

En la sólida y aguda narración que Soley-Beltran hace para desentrañar las incógnitas de su vacía experiencia como modelo, resuenan tres estrategias del mundo de la moda y del lujo. Darlas a conocer forma parte de la “alfabetización visual” que la autora realiza al ayudarnos a comprender el espectáculo basado en la cultura del cuerpo que proponen estas industrias.

Una primera clave del libro –premio Anagrama de ensayo– es la vinculación de la moda a una iconografía religiosa, con la que la seducción a través del cuerpo aspira inútilmente a alcanzar la plenitud de todos los deseos del ser humano. Es muy interesante cómo Soley-Beltran encuentra las causas por las que se ha pasado de un sano e integrado cultivo del cuerpo a la satisfacción narcisista, no impuesta, sino consentida y asimilada. En el recorrido que realiza, comparte su descubrimiento del doble sentido de la apariencia física. El cuerpo como “medio de comunicación principal en una cultura visual que privilegia la mirada, campo de batalla visual y política”. Y el cuerpo como nuevo símbolo natural de construcción de la identidad personal y espacio crucial para la interacción social (una vez relegada la identidad otorgada a través de la estructura social).

Como consecuencia de este nuevo valor de la corporeidad, se podrían entender importantes fenómenos. Por ejemplo, que las jóvenes saquen provecho de su imagen, base del valor social. O que se haya insistido en que la identidad de género ya no depende tanto de la biología como de la construcción cultural y la adhesión personal. Es el caso de la androginia extendida en campañas publicitarias.

La segunda línea que identifica la autora en estas industrias es la confusión entre la persona que hay detrás de la modelo y la imagen de la modelo. La representación ideal de belleza es fruto de todo un equipo que refuerza la fantasía en torno a su papel de divina, deseable y especial. Y que oculta todo un entramado de ideologías: desde “la violencia simbólica” centrada en vincular a la feminidad con “la deshonestidad, la falta de inteligencia y la alienación”, hasta el interés comercial por extender a los hombres la belleza como mecanismo de valorización de la persona: producción, posesividad y poder.

La autora denomina “identidad de diseño” a la fabricada en el auténtico backstage, que trasciende a la modelo y la eleva al nivel de mercancía, creando personajes ideales que prometen bienestar. Como al que aspiraba Patrícia antes de comprender que imitar el idioma de las modelos –“hablar cuerpo”– no le dejaba desplegar su complejidad y diversidad personal.

Por último, este libro, que no pretende ser “condenatorio”, sí pone sobre la mesa una tercera tendencia necesitada de urgente solución: la falta de regulación de la profesión de modelo. Sus efectos son especialmente sangrantes cuando se trata de menores de edad. Entre las consecuencias de vivir para “maximizar el rendimiento del capital corporal y obtener el máximo beneficio del trabajo corporal propio” se encuentran la dañina competitividad entre las modelos y la primacía de la ropa frente a la persona.

Es de agradecer el paso al frente de este estudio fundamental sobre el fenómeno cultural de la moda, así como el estilo de amena crónica que se ha escogido para abordarlo. En ese camino ya encontramos algunos precedentes, como el relato íntimo e incisivo que la periodista de la revista Elle Marie-Pierre Lannelonge realizó en Los secretos de la moda al descubierto (Gustavo Gili, 2008). La trayectoria que tomó Patrícia Soley-Beltran al dedicarse a la moda a través de la investigación, ha logrado impactar mucho más que la portada de la revista o el desfile multimillonario con que ella soñaba a sus veinte años. En la era de la cosificación de la persona, a través de la revisión de numerosas teorías, ejemplos, y sobre todo experiencias, se atreve a no conformarse con el tratamiento de un cuerpo de una forma distinta a su rol como fuente de dignidad personal. Como reza su epílogo, “tenía el cuerpo y la palabra (…) y solo contándola podemos empezar a inventar otra mejor”.

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