978848702357

Cuaderno de Hebrón

EDITORIAL

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2022)

Nº PÁGINAS132 págs.

PRECIO PAPEL14,75 €

GÉNERO

El editor y traductor Carlos (Pujol) Lagarriga, hijo del escritor Carlos Pujol, falleció el 30 de marzo de 2020, al principio de la pandemia, de un cáncer. Durante su estancia en el hospital Vall d’Hebron de Barcelona, llevó una suerte de diario en el que recogía, con sus propias palabras, “un apelotonamiento de incertidumbres, situaciones, esperanzas, tropezones y miedos”, que compartió con su primera mujer, Cristina, ingresada en el mismo centro por otro cáncer y que murió antes que él. A ella “y a todos los que cuidan de nosotros” dedica su autor el libro.

En esta meditatio mortis, Lagarriga se presenta como un hombre culto, tierno y dotado de un irresistible sentido del humor. A lo largo de 88 entradas de extensión variable, la mayoría muy cortas, cuenta lo que ve y lo que siente, fuma cigarrillos (“sabré que he muerto cuando ya nadie me recuerde que deje de fumar”) y lee libros rusos, elogia a las enfermeras y se irrita, levemente, con sus compañeros de habitación.

Sus pensamientos, sin aparente orden ni concierto, brotan con la profunda ligereza de quienes han leído mucho y no se las dan de nada, y sus aforismos –algunos con la sutileza de una greguería– tocan por su originalidad y elegancia. Cuaderno de Hebrón es un libro que acerca a la experiencia de la muerte desde una óptica cristiana, que se resume en su última frase, inspirada por un versículo de san Mateo: “Nuestras lámparas se apagan, pero una gran luz nos espera”. Y hasta llegar a esa luz, hay preguntas, balances y emociones, que a veces se traducen en lágrimas y otras en una sonrisa perpleja, empática, siempre contagiosa.

Porque, más allá de una meditación sobre la muerte, este libro es una meditación sobre la vida, es decir, sobre el amor, la gratitud y la esperanza, y el regalo de un hombre que, hasta el último suspiro, siguió trabajando en su manuscrito, empeñado “en contar lo que no tiene explicación”. Su esfuerzo mereció la pena; tal como señala Antonio Iturbe en el prólogo, “lo que corría por sus venas junto a la sangre y la quimioterapia era literatura”.

El texto, recuperado por su pareja Roser Herrera, circuló entre un grupo de amigos en una edición no venal y ahora se publica en la editorial Albada en castellano y en catalán.

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