Costas extrañas

TÍTULO ORIGINALStranger Shores

GÉNERO

Debate. Madrid (2004). 364 págs. 20 €. Traducción: Pedro Tena.

El escritor sudafricano J.M. Coetzee, premio Nobel de Literatura en 2003, es también profesor universitario (actualmente imparte clases en la Universidad de Chicago), traductor, investigador y crítico literario. Suele ejercer la crítica en «The New York Review of Books», de donde proceden la mayoría de los ensayos que componen este libro y que fueron escritos entre 1986 y 1999. También es autor de otros volúmenes de crítica literaria, y algunas de sus novelas, como «Elizabeth Costello» (ver servicio 58/04), están concebidas como una sucesión de ensayos literarios.

El libro lo forman 26 ensayos dedicados a otros tantos escritores, salvo el primero de ellos, donde reflexiona sobre qué es un clásico a raíz de las opiniones de T.S. Eliot, que Coetzee no comparte. Un buen número de ensayos están dedicados a la literatura sudafricana contemporánea, donde los avatares políticos de este país han determinado que el grado de compromiso social y político haya sido casi siempre más valorado que los ingredientes estéticos de la literatura. En este sentido, Coetzee ofrece una aproximación interesante y crítica a algunos escritores de su país (Gordimer, Lessing, Alan Paton, Helen Suzman, Noël Mostert…).

En otros ensayos se ocupa de autores que le han influido en su faceta como escritor. Por ejemplo, Daniel Defoe, autor de «Robinson Crusoe», obra que le inspiró su novela «Foe»; en otro ensayo comenta varias biografías sobre Dostoievski, autor que convirtió en personaje de su novela «El maestro de San Petersburgo». Coetzee escribe también sobre autores holandeses contemporáneos y sobre otros escritores influyentes en la cultura occidental pero que proceden de otras áreas geográficas, como Naguib Mahfuz, Aharon Appelfeld, Salman Rushdie.

Coetzee se muestra al tanto de los derroteros de la narrativa contemporánea, especialmente la de habla inglesa. Suele abordar a los autores que analiza desde diferentes perspectivas, bien como traductor, investigador, escritor o crítico. Siempre son textos densos, profundos, que demuestran el alto concepto de la literatura que tiene el Nobel sudafricano.

No es Coetzee un crítico complaciente. Aunque los autores que aparecen suelen estar ya consagrados, no por eso Coetzee deja de resaltar aquellos aspectos que considera menos trabajados o más débiles, mostrando en este punto una incisiva sagacidad. Por eso, no salen bien parados los libros del holandés Cees Nooteboom, ni algunos aspectos literarios de su compatriota Doris Lessing, ni la manera de resolver los conflictos narrativos de Salman Rushdie. Conviene tener en cuenta las ideas de Coetzee, especialmente sugerentes a la hora de ofrecer otros puntos de vista sobre la influencia del multiculturalismo poscolonial, especialmente en la literatura de su país.

Adolfo Torrecilla

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