Contra natura

Álvaro Pombo

GÉNERO

Anagrama. Barcelona (2005). 562 págs. 22 €.

En el epílogo que cierra esta novela, Álvaro Pombo confiesa que el motivo que le impulsó a escribirla fue construir un alegato contra la superficialidad que hoy se observa en la causa gay. «Un proceso trivializador -apunta- que afecta a nuestras juventudes y que se confunde con el consumismo y con el hedonismo de nuestra sociedad española actual». Para armar este alegato acude a dos homosexuales de su generación que, a sus 65 años, constituyen a su juicio dos arquetipos de dos maneras diferentes de vivir la homosexualidad (el desastroso discurso del «bueno» y del «malo»).

Ambos fueron en su juventud seminaristas, y ambos se encuentran cuarenta años después. Salazar, que cuenta con dinero, acoge en su casa a Ramón, un joven camarero, inocente a su modo, sobre el que ejercerá una cada vez más agobiante posesión. Frío y calculador, sólo busca divertirse a costa de los demás sembrando la discordia. Para conseguirlo, invitará también a alojarse en su casa a un amigo de Ramón: ya está formado el trío, sobre el que planearán los celos, los reproches y las disputas cutres. Allende, por su parte, al reencontrar a Salazar vuelve a sentir la atracción que tuvo por él, pero enseguida se da cuenta de que su corazón se ha vuelto cruel y tratará de salvar a Ramón de las garras de su antiguo amigo.

En varios saltos atrás en el tiempo, la historia retrocede hasta la época del seminario para explicar la singular relación entre Salazar y Allende y el abandono del seminario por parte del segundo. De fondo, late para toda aquella generación su formación católica y el rechazo de la Iglesia a la práctica homosexual. En una rocambolesca argumentación, parece culparse en parte a la férrea disciplina del seminario del alejamiento de las chicas y del despertar de tendencias homosexuales en algunos de los alumnos.

La historia contiene buenas dosis de dramatismo, hasta alcanzar el duro desenlace final. Pero, contradiciendo el propósito formulado de no trivializar la causa homosexual, cae el escritor en la descripción de múltiples escenas obscenas, que dejan al lector (en caso de que aguante la lectura) con una visión tremendamente negativa de cada uno de los personajes, en los que un enfermizo egoísmo ahoga los discursos culturizantes o incluso moralizantes con los que se intenta justificar una angélica eticidad de lo homosexual.

Pedro de Miguel

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