Chiquita

Alfaguara. Madrid (2008). 550 págs. 21,50 €.

GÉNERO

Este voluminoso libro está dedicado a novelar la vida de una mujer enana, Espiridiona Cenda, más conocida como “Chiquita”, personaje real que vivió del mundo de la farándula a finales del siglo XIX. De acuerdo con una tendencia bastante actual, la historia se presenta como un reportaje apócrifo en el que el autor entrevista a un viejo cubano que conoció a la artista en los años treinta del siglo pasado. De ahí que la intriga vaya enhebrando episodios y personajes históricos con otros absolutamente inventados. Sarah Bernhardt, la Bella Otero o el presidente norteamericano Mac Kinley son algunas de las figuras que conocen y admiran a Chiquita.

El estilo, llano y sencillo, permite una lectura rápida, aunque no siempre amena. Da la impresión de que sobran páginas por todas partes y de que el asunto tratado es demasiado insignificante, y no se trata de hacer un chiste fácil. Los personajes son opacos, superficiales, y los acontecimientos que se cuentan suenan ya a algo demasiado leído en García Márquez o algún epígono suyo. La combinación de exageración, sensualidad y grotesco caribeños ya está demasiado vista y se ha cristalizado en un estereotipo comercial de toda la literatura hispanoamericana. Es el caso que nos ocupa.

Llama la atención que una novela tan aburrida haya ganado un premio que pretende llegar al gran público como es el Alfaguara de novela. Las peripecias de la enana son tediosas: que si triunfó en tal lugar, que si tuvo tantos amantes, que si bailaba muy bien… La vida de Chiquita no parece haber tenido ninguna tragedia de importancia, ningún drama humano interesante. Y más curioso todavía: la belleza de la enana deslumbra a todo bicho viviente y ella seduce a cuanto hombre (y mujer de vez en cuando) se le acerca. Al final del libro hay un anexo con fotografías de la Espiridonia real: su rostro se parecía al nombre, por lo que llama la atención tanta atracción irresistible. Por lo demás, el autor tampoco regatea su mal gusto al lector en las escenas eróticas que se suceden, implacables, cada cuarenta o cincuenta páginas.

Para dar un poco de salsa a la trama, aparece una intriga policíaca a la mitad que no se resuelve satisfactoriamente, y un amuleto mágico que le da un cierto sabor de realismo mágico al libro. Pero, insistimos, el argumento es disperso y endeble.

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