Carta blanca

Lorenzo Silva

GÉNERO

Espasa. Madrid (2004). 346 págs. 21 €.

Vuelve otra vez Lorenzo Silva a la guerra de África, como ya hiciera en su novela El nombre de los nuestros (ver servicio 117/01). Carta blanca, que ha obtenido el Premio Primavera, se sitúa en tres momentos de las décadas de los años veinte y treinta. Su protagonista es el valenciano Juan Faura. Un inesperado revés amoroso le lleva a alistarse en los Tercios de la Legión con el fin, como él mismo dice, de buscar ayuda para un lento suicidio. De hecho, lo que se relata en esta parte es un único episodio de salvaje, obscena y gratuita venganza contra los moros, que quedará grabado en la memoria de Faura para toda su vida. La segunda parte transcurre años después, en la primavera de 1932. Faura ha reconstruido su vida en Santander y ha contraído matrimonio. Pero su madre muere y tiene que regresar a la casa de sus padres. Allí vuelve a encontrarse con Blanca, el primer y frustrado amor. La última parte de la novela tiene lugar en Badajoz, en 1936, pocos meses después de iniciarse la guerra civil. Faura se ha alistado en el bando republicano y desde su destino de Badajoz lucha contra el Tercio de la Legión, jugarreta del destino en un momento crítico de su vida.

Lorenzo Silva demuestra pericia en la construcción de la novela y en el tratamiento de los personajes. Sabe dosificar la acción, pasando de momentos de intensa acción a otros de quietud. La novela es, a la vez, una novela de aventuras y una novela amorosa. También se empeña en convertir las diferencias entre Blanca y Juan Faura en un conflicto religioso. Sin embargo, la mezcla de todos estos ingredientes acaba descafeinando la novela.

A pesar de su crudeza, y de caer en el tópico, la parte primera, la ambientada en Marruecos, tiene fuerza narrativa y está muy bien localizada; cuando el autor describe las escenas de amor entre Blanca y Juan acaba cayendo en el empleo de imágenes obscenas, innecesarias para la acción de la novela y también para mostrar la pasión, ciertamente exagerada. Suena a pastiche la inclusión de reflexiones religiosas que además son excesivamente simples. El estilo es, por lo general, eficaz, aunque en ocasiones abusa de una rebuscada ampulosidad y en algunos momentos cae en lo melodramático. Aunque intenta esquivar el maniqueísmo, sobre todo cuando la novela transcurre en plena guerra civil, no lo consigue.

Conviene no olvidar que esta novela ha conseguido el Premio Primavera. Eso, entre otras cosas, quiere decir que se ha premiado una obra que pueda gustar a un público poco exigente, que busca en la literatura dosis de entretenimiento, acción, sentimientos fuertes y la apariencia de vida. Lorenzo Silva añade a la fórmula, además, unos personajes atormentados, que arrastran un escondido drama pasional.

Adolfo Torrecilla

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