Hay un momento, en el último relato de este libro, en que el responsable de un teatro de títeres afirma: “Por cierto que es una gran ventura poder transformar los acontecimientos en historia. Tal vez es la felicidad más perfecta que un ser humano puede alcanzar en la tierra”. Para desgracia de sus lectores, Isak Dinesen (1885-1962) experimentó esa felicidad relativamente tarde, ya que no se dedicó por entero a la literatura hasta que se instaló en Dinamarca en 1931,
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