Bartolomé Lloréns, una sed de eternidades

Juan Ignacio Poveda

GÉNERO

Rialp. Madrid (1997). 203 págs. 1.600 ptas.

El 31 de mayo de 1997 se cumplieron cincuenta años del fallecimiento de Bartolomé LLoréns, «la juventud quizá más traspasada de vida y espíritu que he tenido estos tiempos a mi lado», en palabras de Dámaso Alonso en su discurso de recepción en la Real Academia, en 1947. Por sus cualidades intelectuales y humanas, era previsible que el joven estudiante de filología llegara a destacar como lingüista y como poeta, pero contrajo una enfermedad incurable y falleció a los veinticuatro años.

Los capítulos de la primera parte del libro constituyen una breve pero emotiva semblanza de su vida. A través de testimonios de quienes lo conocieron, de fragmentos de cartas y de poemas del propio Lloréns y de los datos cronológicos más destacables, Juan Ignacio Poveda recorre la trayectoria interior de Bartolomé Lloréns, especialmente en los últimos años de su vida, cuando se produce su conversión, su incorporación al Opus Dei y su muerte luminosa tras unos meses de sufrimientos y de identificación con los planes misteriosos de Dios. «Recuerdo mi emoción al oírle, poco antes de morir, hablar, sin tristeza, de su próxima muerte», señala en el prólogo su gran amigo Carlos Bousoño, insigne filólogo y poeta, miembro de la Real Academia de la Lengua Española.

La segunda parte del libro reúne 73 poemas de Lloréns, agrupados cronológicamente. Es muy probable que el joven poeta hubiera corregido unos y desechado otros de la abundante producción que dejó a su muerte. La selección realizada por Juan Ignacio Poveda permite seguir, a través de los poemas, lo que ha mostrado en la primera parte del libro; desde este punto de vista, todos los poemas resultan esclarecedores. Además, hay un buen número de ellos de notable calidad literaria, que bastan para que Bartolomé Lloréns merezca un lugar en la poesía española de este siglo. Mención especial requiere el último poema, Canción del agua viva, que, en palabras de Carlos Bousoño en el prólogo mencionado, es «la culminación de su obra poética, y en su perspectiva deben leerse todos los demás».

Luis Ramoneda

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