Azul turquesa sobre negro azabache está protagonizada por David, un joven ejecutivo español con graves problemas de distinto tipo, y dos jóvenes cameruneses, Akem y Nayah, que han huido de su país y atravesado el Mediterráneo en patera. Su llegada es accidentada y ambos se separan: mientras Akem salva de morir ahogado a David y luego huye, Nayah es rescatada. Luego, la policía seguirá la pista de Akem también debido a la muerte de una anciana con la que tuvo relación; David mostrará su agradecimiento a Akem mientras crece su atracción por Nayah; Akem no logrará ganar dinero para enviarlo a su madre, enferma de gravedad, y considera la posibilidad de regresar.
La narración tiene calidad y toques poéticos –empezando por titularla con el color de los ojos de la heroína–, y está contada en capítulos cortos, muchos encabezados por la fecha. Su estructura está bien urdida, como cinematográficamente, para enganchar al lector: después de unas escenas con sucesos de los últimos días de agosto de 2019, la historia está dividida en tres partes: la primera es “Héroe o villano” –son días de julio de 2019 en los que se narra la intervención de Akem en la supervivencia de David–, la segunda es “Fortuna o muerte” –comienza en mayo de 2017 explicando la situación de Akem y Nayah en Camerún y, en capítulos alternos, la crisis existencial de David–, y la tercera es “Akem o David” –el relato vuelve a los últimos días de agosto de 2019 y se centra en las elecciones a las que han de hacer frente los protagonistas–.
Cabría pensar si no sería mejor un relato sobrio donde todo se contase cronológicamente: al menos, en mi experiencia, así son los mejores de este tipo que conozco. A la vez, es cierto que una mayoría de lectores prefiere que historias así se le presenten un tanto adornadas e incluso espectacularizadas por más que se pierda verosimilitud. Sea como sea, la novela es eficaz y habrá quienes, gracias a ella, pensarán en quienes se ven involucrados en situaciones dramáticas parecidas.
