Nueva entrega de la serie del subjefe de Policía, que no comisario, Rocco Schiavone, el duro y entrañable personaje creado por Antonio Manzini. La novela se abre con la muerte de un industrial, Roberto Sirchia, por una aparente negligencia médica en el mismo hospital de Aosta donde Schiavone convalece por una nefrectomía.
Allí, Schiavone se entretiene investigando “de extranjis” la muerte de Sirchia, quien, en el curso de una operación, ha recibido una transfusión de sangre incompatible con la suya.
Schiavone ha perdido un riñón, pero no el olfato, y hay algo en el caso que no le huele bien. Durante seis días, entre el jueves 26 y el martes 31 de diciembre, mientras la ciudad celebra la Navidad y en el hospital una “humanidad doliente” espera “cruzar el umbral”, el subjefe habla con unos y con otros y se pregunta por el sentido de su propia existencia. Aparecen, así, personajes familiares de la serie, como la periodista Sandra Buccellato, el magistrado Maurizio Baldi, el subinspector Antonio Scipioni y Gabriele, el hijo adolescente de su problemática vecina.
No hay mayores pretensiones en Manzini que hilar una trama creíble, amena, fluyente. Pero, a la vez, la narración se abre a una lectura o interpretación de tipo sociológico. Al fin y al cabo, las pesquisas de Schiavone retratan a unos individuos sin escrúpulos –que en el peor de los casos no se detienen ni ante el asesinato–, y a otros mortificados por la incomunicación o la falta de compromiso.
El autor tiene buen oído para los diálogos, un loable conocimiento de los procedimientos policiales –que expone sin alardes– y una probada capacidad para personalizar a todos y cada uno de los personajes secundarios. Es un artesano hábil. Un buen escritor.
A diferencia de otros títulos anteriores, la acción se remansa un poco por necesidades de guion –la convalecencia de Schiavone–, pero los vericuetos del caso son apasionantes, y el humor, a veces ácido, resulta irresistible.