Tropismos. Salamanca (2004). 242 págs. 16 €. Traducción: Mª del Rosario Martín Ruano.
La tradición cuentística norteamericana del siglo pasado se especializó en fijarse en una parte de la vida cotidiana, la que va mal; que la contara muy bien, de una manera directa de gran impacto, no rebajaba el fondo de pesimismo -y de parcialidad- de ese modo de hacer literatura.
Desde el primer relato de Bausch (EE.UU., 1945) estamos sumergidos de nuevo en la misma atmósfera: gusto por la cotidianeidad, gente corriente, matrimonios rotos, problemas, recurso al alcohol, diálogos vivos… suena demasiado a Cheever, Carver, Ford, Lorrie Moore. Pero, atención, por aquí una pareja de divorciados se vuelve a unir, por allí él y ella descubren que vale la pena esforzarse por entenderse; se desliza la limitación del dinero como fuente de felicidad, queda clara la importancia de ser querido por lo que se es; y, por todos lados, la necesidad de perdonar, los toques de buen humor. En una palabra, hay luces frente a los problemas; y, aún mejor, sin renunciar a la calidad literaria, pues al fin y al cabo Bausch se dedica a escribir libros, no es un predicador ni un moralista.
Sus personajes son gente corriente a los que pasan cosas en apariencia banales, personajes que tratan de encontrar el afecto y buscan su lugar en el mundo, quizás a través de un golpe de suerte. El escritor capta esos momentos íntimos que pueden asaltarnos en medio de una conversación o de un día cualquiera: recuerdos infantiles, miedos, inseguridades, una sospecha repentina; de cualquiera de ellos puede surgir una increíble revelación.
Bausch acierta siempre que intercala juegos de palabras, dobles sentidos, réplicas mordaces, e ilustra con mucha agudeza las «interferencias» de los distintos lenguajes masculino y femenino. El mensaje de fondo final, como se recoge en el título del relato que da nombre al volumen, es la necesidad de ser y sentirse amado, lo único de lo que de verdad no podemos prescindir.
Javier Cercas Rueda