El mundo de Oz vive de la mentira. Lo descubrieron Glinda y Elphaba en Wicked, y ahora, unos años después, Glinda la Buena sostiene la esperanza de los ozianos mientras Elphaba, convertida en la temida Bruja Malvada del Oeste, es la némesis perfecta para los planes del Mago y, sobre todo, de Madame Morrible. Pero la inesperada llegada de una joven llamada Dorothy cambiará para siempre todo lo conocido hasta ese momento.
No era fácil convertir un musical de dos horas y media en dos películas que, juntas, duplican la duración del original. Y se nota: ambas entregas adolecen de metraje excesivo, especialmente en su primera hora, y el guion lo acusa. No obstante, Wicked: Parte II da un paso decididamente firme hacia la maduración de sus personajes, en especial de las dos protagonistas. La historia gana hondura y se convierte en un canto al amor de amistad, un tema pocas veces tratado con tanta seriedad en el cine comercial.
La película dialoga, además, con un asunto especialmente actual: la manipulación mediática y la construcción del “relato oficial”, hoy amplificado por las redes sociales. Este trasfondo aporta una lectura contemporánea de la trama clásica de El mago de Oz, con la que Wicked funciona como precuela en sus dos partes, y esta segunda acaba entrelazándose directamente con la película original.
En el apartado visual, la puesta en escena mantiene el colorido exuberante de la primera parte, pero aquí se juega mucho más con el contraste entre luz y oscuridad para subrayar la bondad o maldad de los actos. Y si bien en ciertos momentos la narrativa parece coquetear con un relativismo moral, la película termina afirmando con claridad la victoria del bien, aunque sea a un precio alto.
En cuanto a las interpretaciones, Cynthia Erivo vuelve a ser la gran reina de la función: su presencia y su voz sostienen los momentos de mayor intensidad dramática. Ariana Grande, por su parte, encuentra un registro contenido y convincente para un personaje atrapado entre la lealtad, la búsqueda de la verdad y la tentación de la mentira. Destaca especialmente la secuencia musical rodada con travellings a través de espejos, donde Glinda se pregunta quién es realmente: una de las pocas canciones que brillan con luz propia en esta entrega.
En resumen, no es el final épico que se anuncia, pero sí una conclusión más profunda y satisfactoria que su predecesora, gracias al calado de sus temas y a la auténtica evolución emocional de sus protagonistas.