Una íntima convicción

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CLASIFICACIÓNSensualidad

En medio de la cartelera de agosto –habitualmente floja– se ha colado un título muy interesante: un thriller jurídico francés que recrea, con un importante añadido de ficción que se explica en los últimos títulos de crédito, el caso de Jacques Viguier. Viguier fue detenido y posteriormente absuelto por el asesinato de su mujer, aunque nunca se llegó a encontrar el cadáver, ni se consiguió ninguna pista, ni existía ningún móvil.

El caso tuvo –y sigue teniendo– una llamativa repercusión pública en Francia donde se han emitido numerosos reportajes y documentales sobre el presunto homicidio. La película retrata el segundo juicio que tuvo que afrontar el acusado, después de la primera absolución de un jurado popular.

Estamos ante un thriller concienzudo que no ahorra al espectador –sería mejor decir que no escamotea– un proceso que, a pesar de su complejidad, resulta apasionante. Con un montaje muy ágil, diálogos rapidísimos y una acumulación de testimonios que llega a atosigar, Antoine Raimbault va llevando al espectador a su terreno. Un terreno que ya no es solo jurídico, sino también filosófico y ético: una profunda reflexión sobre la presunción de inocencia y el cáncer terminal que puede suponer para una sociedad –y, sobre todo, para una sociedad democrática– maltratar esta presunción.

Hay que reconocer que ningún estamento sale bien parado en esta radiografía: ni los jueces, ni la policía, ni los investigadores, ni la sociedad civil. En este sentido, la crítica a los medios, que con sus prejuicios y sus linchamientos dictan sentencia acusatoria antes que ningún otro, es demoledora. Y desgraciadamente lúcida.

En honor a la verdad, hay que decir además que se entiende la mala acogida de la película por parte de otro de los presuntos culpables, al que se sacrifica –con nombre y apellido– en el altar de la ficción, porque no deja de ser un sospechoso… al que también hay que presumir inocente.

El duelo interpretativo de los dos protagonistas –los veteranos Olivier Gourmet y Marina Foïs– es antológico, como antológico es el cierre del film. Solo por disfrutar de la réplica final del abogado, la película merecería la pena.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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