Philippe (Vincent Lindon) lleva bastante tiempo con problemas matrimoniales derivados de la excesiva dedicación a su trabajo como directivo en una gran empresa. Cuando sus jefes inmediatos le obligan a tomar una decisión que no quiere asumir, este hombre de éxito se enfrenta a una crisis interior superior a sus fuerzas.
El cine francés siempre ha tenido predilección por los conflictos laborales que desvelan la interioridad de sus personajes. Stéphane Brizé ya se había acercado a ese terreno en La ley del mercado (2015) y En guerra (2018), ambas protagonizadas por Vincent Lindon. Un nuevo mundo, presentada en la Sección Oficial del último Festival de Venecia es la más lograda de estas tres películas, con un guion de metraje preciso y desarrollo sugerente de los tres personajes principales. Junto a un excelente Vincent Lindon, destaca Sandrine Kiberlain, que definitivamente elige mucho mejor los dramas (Polisse, En buenas manos), que las comedias en que trabaja (Mi niña, Enamorado de mi mujer). La relación entre este matrimonio y su hijo adolescente ocupa muy poco metraje, pero está desarrollada con tanta sugerencia que resulta esencial para entender a los personajes. Igualmente, los personajes secundarios aportan dinamismo al relato y significado al debate íntimo de los protagonistas.
Camille Rocailleux compone su mejor banda sonora para acompañar un drama que, al igual que la música, va definiéndose a partir de una melodía central que sorprende con giros imprevistos y notas de personalidad. De esta manera, la película mueve a la reflexión con dosis muy inteligentes de emoción en un guion que combina los diálogos efervescentes y crueles de las reuniones laborales con silencios necesarios.
