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Transamérica

Director y guionista: Duncan Tucker. Intérpretes: Felicity Huffman, Kevin Zegers, Fionnula Flanagan, Elizabeth Peña, Graham Greene. 103 min. Adultos. (XD)

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Bree, antes Stanley, es un transexual a punto de someterse a una operación con la que espera transformarse en mujer. Antes de conseguir el permiso para el cambio de sexo, descubre que tiene un hijo, Toby, un joven problemático que malvive entre las drogas y la prostitución.

Duncan Tucker firma una interesante y bien rodada «opera prima» con un tema complejo y un planteamiento tan abierto que permite una gran variedad de lecturas. El joven realizador se muestra inteligente al no polarizar el guión en la transexualidad de Bree -estupendamente caracterizada por Felicity Huffman, que por esta actuación ha ganado un Globo de Oro y aspira al Oscar- sino en la relación entre un padre y un hijo. También es hábil, aunque algo tramposa, la manera de enfocar el problema de la sexualidad en la película: en el caso de Bree, el tema del sexo queda reducido a aspectos físicos y psicológicos, como si fuera, poco más o menos, algo externo, que puede resolverse con unos cuantos adelantos médicos. No entra Tucker en cuestiones escabrosas, aunque hay alguna escena -como la reunión de los amigos/as de Bree- en la que se adivina que el mundo que rodea la transexualidad no es precisamente un paraíso.

La parte más sórdida le toca al personaje de Toby, un joven que, por dramáticas circunstancias, entre otras la falta de padre, sólo sabe relacionarse a través del sexo: es un hombre objeto. Tanto Bree como Toby son personajes profundamente infelices que sufren y hacen sufrir. A los dos les falta encajar una pieza importante en sus vidas, una pieza que está unida a la naturaleza, a la realidad de las cosas y que encaja con otras que se llaman responsabilidad, amor y generosidad. Una pieza que no va a colocarse con una simple cirugía.

Duncan Tucker vuelve a demostrar astucia -y vuelve a trampear- al no cerrar la película, al no mostrar las consecuencias de la operación. Hay un momento elocuente en el que Bree confiesa «no puedo ser la madre de Toby». Entonces, si se «convierte» en mujer, ¿va a ser un padre con cuerpo de madre?

Habrá quien, aprovechando el tono cómico de algunas escenas -especialmente las que muestran el desconcierto de la familia de Bree-, convierta «Transamérica» en un alegato simplista de la transexualidad.

No creo que el propósito de Tucker sea hacer una película bandera, pero la ambigüedad con la que trata algunos conflictos facilita el trabajo a quien pretenda ondearla.

Ana Sánchez de la Nieta

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