“Ave Caesar, morituri te salutant”, el famoso saludo que supuestamente los gladiadores dirigían al emperador antes de empezar a luchar, da título a esta ambiciosa serie. Tanto el principal guionista, Robert Rodat (Salvar al soldado Ryan, El patriota, Kursk), como el director, Roland Emmerich (Independence Day, Godzilla, Midway), llevan décadas creando superproducciones en Hollywood. Esta serie está ambientada en los años 79 a 81 d.C., cuando el emperador Vespasiano se encuentra al borde de la muerte y vacila entre sus dos hijos, Tito y Domiciano, para decidir su sucesor. Inspirada en el libro homónimo de Daniel Mannix, la serie también cuenta la construcción entre los años 72 y 80 del Anfiteatro Nuevo o Flavio, hoy conocido como «Coliseo».
Al extraordinario diseño de producción se une la magistral fotografía, que logra espectaculares carreras de cuadrigas y luchas de gladiadores. La serie muestra crudamente el lado sórdido de “Panem et Circenses”. La representación demasiado minuciosa de las luchas y posteriores orgías y bacanales ofrece un retrato sin ambages del mundo en el que tuvieron que vivir los primeros cristianos.
Los personajes de las clases patricias superiores, lujuriosos, ávidos de dinero y poder, contrastan con otros quizás más cercanos para el espectador, y que van cobrando protagonismo conforme avanza la serie. El verdadero centro y narrador de la serie es Tenax, quien regenta una taberna de apuestas en el Circo Máximo. Actúa como enlace entre las clases bajas, que viven hacinados en la “Suburra”, y los patricios, aislados en sus casas de mármol y maderas preciosas del Esquilino y el Palatino. Este punto de vista podría haber sido mejor aprovechado por el guionista para dar contrapuntos y matices a la historia y los personajes; sin embargo, Robert Rodat descuida el desarrollo dramático con diseños planos y diálogos vacíos, lo que en el caso de actores de la talla de Anthony Hopkins supone desperdiciar su enorme talento interpretativo.