A estas alturas de la película –nunca mejor dicho–, no hay ninguna necesidad de escribir una sinopsis, porque la historia de Superman la sabemos todos. Al menos, lo principal: que es adoptado y sus padres viven en un rancho; que en sus ratos libres, y mientras no está salvando el mundo, trabaja en un periódico; que está enamorado de Lois Lane, y que es alérgico a la kriptonita. La novedad aquí es que tiene un perro. Y es una novedad que brinda algunos de los momentos más divertidos de la cinta.
De todas formas, por si hay algún espectador verdaderamente novato que no ha oído hablar nunca de Superman, James Gunn (Guardianes de la Galaxia) resume en unos minutos de arranque las coordenadas del cómic. Y, luego… ¡a jugar! Gunn entrega una película de aventuras muy disfrutable, con acción, mucha persecución, mucha pelea, mucha cacharrería y bastante humor.
Aunque le hubiera sentado bien un recorte del metraje, especialmente en el tramo final, la película funciona. Es resultona –lo dicho– como cinta de acción. Pero además funcionan bien los diferentes conflictos: desde los más básicos de protagonista contra antagonista, superhéroes contra villanos, hasta los conflictos de relación –tanto la amistad con la Liga de la Justicia como el romance con Lois Lane– o el conflicto interior de identidad de Clark Kent. En ese sentido, esta versión es muy fiel al primer Superman, a aquel superhéroe un poco naif y carente de cinismo que buscaba simplemente hacer el bien a la humanidad. Esta ingenuidad, casi cincuenta años después y en un contexto de polarización como el de hoy día, imprime a la cinta una frescura muy oxigenante. Los guiños a la actualidad, con sus móviles, sus selfies y sus fake news, se muestran también eficaces. Además, David Corenswet y Rachel Brosnahan componen unos personajes convincentes que conectan bastante con los interpretados por Cristopher Reeve y Margot Kidder en la cinta original de 1978.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta