Había pasado más de un año de los atentados de Madrid en el 11M cuando, el 7 de julio de 2005, el terrorismo islámico volvió a asustar a todo un continente desde los trenes de metro de la capital británica. A los pocos días, Jean Charles de Menezes, un inmigrante brasileño, tomaba uno de los vagones…
El director Paul Andrew Williams (Archie, The Wak-In) y el guionista Jeff Pope (The Lost King, Philomena) han diseñado una estructura dramática que consigue intrigar al espectador desde la primera escena. Cuando todo parece dirigido hacia la investigación del atentado, hay giros en la trama que sirven para enmarcar un conflicto ético de calado en la policía londinense, obligada a mostrar rapidez y eficacia para recuperar el prestigio perdido. Tanto la dosificación de la información sobre la tragedia y la evolución dramática de los personajes tiene medidas muy precisas, aprovechadas por un reparto muy coral en el que apenas hay grandes estrellas, pero si actores con experiencia en televisión.
El papel de los medios de comunicación anglosajones cobra una especial relevancia en la historia, ofreciendo el retrato decisivo de una periodista comprometida con la verdad que resulta clave en la investigación, pero también de informadores sensacionalistas que dieron una versión alineada con el poder político. Por otro lado, el retrato social de la familia brasileña aporta un dramatismo contenido, pero muy necesario para entender la relevancia de la historia y el humanismo tan fácilmente maltratado en momentos de crisis tan mediáticas.
La miniserie tiene un ritmo vibrante a lo largo de los cuatro capítulos, pero siempre manteniendo la pausa que permite la reflexión, y la moderación que evita el peligro de caer en un alegato panfletario y superficial contra el sistema.