Sus destellos de belleza y emoción justifican este audaz experimento de Robert Zemeckis, cuyas leves tramas dramáticas se entrecruzan dentro y alrededor de un único encuadre fijo.
A pesar del esfuerzo de Netflix por producir una gran película de animación, no pasa de correctamente entretenida y acaba siendo una justificación muy simplista del divorcio.
Más de dos décadas después de “Gladiator”, Ridley Scott vuelve con esta nueva entrega, en la que consigue no repetirse y, en algunos aspectos, superarse.