Niños robados

TÍTULO ORIGINAL Il ladro di bambini

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: Gianni Amelio. Intérpretes: Enrico Lo Verso, Valentina Scalici, Giuseppe Ieracitano.

Esta película viene avalada por el Gran Premio del Jurado del 45.º Festival de Cannes y por el Félix de Berlín al mejor film europeo de 1992. Dos de las tres películas anteriores de Gianni Amelio han recibido también premios, así como varios de sus trabajos para la televisión. Al menos Niños robados responde con justicia a lo que se espera de una obra premiada.

Es por desgracia actual el tema de la película; no el robo, pues no hay en ella ladrón de niños, como dice el título original con melancólica ironía. Lo que hay es corrupción de una niña de once años (Valentina Scalici); siendo su misma madre la proxeneta. Detenida por la policía, la niña y su hermano menor (Giuseppe Ieracitano) quedan al cuidado del Estado. No les aceptan en un hospicio de Milán, así que son enviados a un hogar para niños difíciles, en Sicilia. El recorrido de Milán a Sicilia de los dos niños, al cuidado de un joven carabiniere (Enrico de Carlo), es el relato fílmico.

Un tan largo viaje y una tan estrecha relación de los tres protagonistas permite al director -también guionista, con Sandro Petraglia y Stefano Rulli- un sensible trazo psicológico: la lenta y honda respuesta de los niños al piadoso afecto del gendarme y una como conversión de éste a la inocencia.

La historia es dura, y su tratamiento sobrio no permite que los toques de ternura la hagan resbalar hacia el sentimentalismo. En ningún momento deja de estar presente la sobrecogedora desgarradura de los niños, que rompe los límites de la anécdota y adquiere fuerza de universalidad.

Cooperan en la consecución de esta eficaz presencia del dolor la misma espontaneidad de los tres actores. Un guión sencillo también, con esa conseguida simplicidad de lo bien trabajado, y que, con medida pausa, va entrando en el alma de los personajes. Unos diálogos muy naturales. Una música entrañada en la historia. Un paisaje desolado, provisional como las maletas en una sala de espera, revuelto como un desván: imagen de una sociedad a la deriva… Secuencias largas, lentas, que permiten la contemplación.

Niños robados recuerda el neorrealismo italiano de postguerra; lo recuerda como obra de arte. Amelio ha asimilado bien a sus maestros -Rossellini, sin duda-, y habla con voz propia, de hoy, y de este hoy con hondura de poeta.

Pedro Antonio Urbina

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