Los puentes de Madison

TÍTULO ORIGINAL The Bridges of Madison County

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: Clint Eastwood.Intérpretes: Clint Eastwood, Meryl Streep, Annie Corley.

La vida anodina de Francesca (Meryl Streep), una ama de casa provinciana, sufre una completa transformación cuando su familia la deja para asistir a una feria de ganado. Lo que promete ser una semana en soledad se convierte en un apasionado romance con Robert Kincaid (Clint Eastwood), un reportero del National Geographic que va a fotografiar los famosos puentes cubiertos de Madison.

Eastwood hace suyo un film en el que inicialmente sólo iba a participar como actor. Parte de un inteligente guión de Richard LaGravenese, estructurado en torno a varios flash-backs a partir de la lectura del testamento de Francesca por sus hijos. Estos descubren con asombro la secreta aventura amorosa de su madre; un asombro que Eastwood hace compartir al espectador, mientras relata, desde el punto de vista de Francesca, una historia de creciente interés.

La película es fundamentalmente romántica. Y en aras de este romanticismo se sublima la pasajera aventura amorosa de los maduros protagonistas, hasta convertirla en una especie de llama sagrada capaz de dar sentido al resto de sus días. El director toma además la sensata decisión de suavizar -salvo en algún pasaje- los abundantes elementos eróticos de la obra original, para hacerla, por así decir, más pura, más espiritual. Este es uno de los mayores logros de Eastwood, tramposo sin duda, pero efectivo: que una relación que no deja de ser un adulterio pueda ser contemplada con una mirada comprensiva, que va de la indulgencia hasta la completa justificación. Más cuando los personajes están dispuestos a sacrificar sus apetencias en atención a unos compromisos que no pueden ser obviados.

En cada nuevo film, Clint Eastwood demuestra un mayor dominio del lenguaje cinematográfico. A una fotografía cálida y evocadora, que da el tono preciso a la película, se une un magnífico sentido del tempo, que hace que las interrupciones y vueltas al relato apenas se adviertan; las distintas secuencias tienen su justa duración, y algunas, como el memorable clímax, son de antología. También es de justicia mencionar el trabajo de una Meryl Streep inolvidable, capaz de encarnar con convicción a un personaje corriente, que parece rejuvenecer cuando despiertan proyectos e ilusiones nunca cumplidos.

José María Aresté

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